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Mostrando entradas de 2012

Carreras de fin de año

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Todo el mundo corre para algún lado en diciembre, incluso los que podrían negarlo rotundamente.  Cuando fui muchacha, en mis épocas universitarias, diciembre era sinónimo de alistar maletín y viajar a Pérez Zeledón a pasar con la familia. ¡Qué sensación! Era correr al regazo del hogar y a las vacaciones: la maca debajo del palo de mango, la poza y los libros postergados por la U.  ¡Ah tiempos aquellos! Hoy fin de año me pone en ruta con la casa también. Pero el sprint final ya no   lo vivo en medio de tareas académicas, sino acabando los últimos compromisos laborales, cerrando objetivos y haciendo informes. Al final,   mi premio es cruzar la meta en la casilla del calendario que tiene marcada la palabra mágica: “¡Vacaciones!”. Llega entonces el momento de vivir el final del año. Los amantes de la adrenalina de seguro visitarán centros comerciales el 24 o el 31 de diciembre para hacer compras de última hora y atropellarse con otros aventureros. Definitivamente no pertenez

Acuerdo solemne

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Las pasiones son cosa seria. Merecen acuerdos. Considerando que: 1.    Leer es una de las cosas más placenteras que hay en esta vida. 2.    Cuando leemos escuchamos a otros (algunos viven a kilómetros de distancia y otros incluso ya murieron) y esto nos vuelve más sabios. 3.    La gente que lee, es inevitable, se vuelve  más crítica (analiza más y mejor). Esto es una gran medicina contra los ataques de estupidez que padece frecuentemente la raza humana bajo ropajes de  racismo, prejuicios, xenofobia y otras yerbas de odio similares. 4.    Gracias a los libros he entrado en contacto con gente bella, entretenidísima, lúcida y valiente como Juan Stam, Carlos Rubio, Ana Cristina Rossi, Antonio Skármeta, Julio Verne, John Steinbeck, Luisa González, Octavio Paz, Ana Istarú, Ernest Hemingway, Tatiana Lobo… 5.    La lectura me pone en contacto con una herencia muy dulce que me llega de mi papá y de mi abuela paterna. 6.    Cuando veo una buena película (me encanta el cine) recuerd

La chiquilla que vive en mí

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Desde hace algunos días, muchos de mis contactos de Facebook están colocando en sus fotos del perfil imágenes de cuando eran pequeños, ante la celebración del Día del Niño, este 9 de septiembre. Así que a mí, chiquilla antojada, me entraron grandes ganas de hacer lo mismo, pero buscando una caricatura que fuera significativa en mi infancia. Con la ayuda de San Google llegué a las imágenes de Candy. ¡Ay, qué nostalgia! (por muchos años estuve enamorada de Anthony y Terry, los novios de Candy). Pero ella es muy rubia y me pareció que no me identificaba. Así que seguí buscando y llegué a la imagen con que ilustro esta entrada: una güila de pelo café, leyendo, sentada sobre un lápiz. Esa soy yo, una chiquilla cristiana, que ama leer y aspira a escribir. Empecé a caminar agarrada del Señor Jesús bastante pequeña, y aún persisto. A veces como adulta pierdo el rumbo y olvido lo que es confiar en Dios con la autenticidad de los primeros años. Un día de estos mi hija Lucía, de 8, me record

La madre que no soy

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“No soy ningún ángel que Dios envió a la Tierra para juntar las manitas de mis hijos y enseñarlos a rezar, ni para desenvainar la espada ante cualquier injusticia cometida contra ellos. Soy solo una mujer con múltiples defectos, simple mortal, que se cansa, que se irrita, que se desespera, que no tiene todas las respuestas, ni todas las soluciones. No soy santa, no soy indestructible y para nada quiero ser abnegada y sacrificada”.  Las palabras provienen de una amiga cibernética, escritora mexicana, que Dios me deparó en los últimos años, Karen Durán. Son palabras fuertes, quizá; pero totalmente pertinentes, al menos en lo que a mí respecta. ¡Claro! Reconozco que deben ser muy poco simpáticas para todos los representantes de esa parafernalia rosa alrededor del Día de la Madre, poblada de frases huecas y cursis, anuncios que aún promocionan lavadoras y licuadoras (¡aún en el 2012!) y canciones como aquella del muchacho que encontró a su mamá fallecida con un último billete en

Gente verde

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Si le pido que imagine a una persona ambientalista, ¿qué descripción se le viene a la mente? En algún fragmento  borroso de mi adolescencia escuché por primera vez la expresión “ecología”. Probablemente fue en la clase de ciencias (¿o en la de biología?). Todos tenemos nuestro propio itinerario en este tema, que hoy está poblado de palabras y expresiones como “sostenible”, “amigable con el ambiente”, “calentamiento global” y “ahorro energético”.  Mi comentario de hoy incluye una confesión. Yo pasé muchos años de espaldas al tema. Me explico: pensaba que eso de ser ambientalista era una moda, una excentricidad propia de la gente aficionada a las marchas de protesta o exclusiva de las campañas de Greenpeace .  Pero me llegó mi momento, de la forma más inesperada. En uno de mis cursos de comunicación oral en la carrera de Inglés, en la Universidad de Costa Rica, trabajamos el tema ambiental. El objetivo de una clase de  comunicación oral es que los estudiantes hablen, y ese

¿Y si fuera la última taza?

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De los deleites de la vida cotidiana, para mí el café ocupa un lugar especial.   La última vez que hice compras olvidé comprar el paquete de rigor, así que hace dos días me preparé el último contenido del recipiente en que lo guardo. Mientras lo colocaba en el filtro me puse a pensar en lo siguiente: “¿Y si yo no tuviera nada de dinero para comprar otro paquete?”, “¿Y si esta fuere mi última taza sin saber cuándo podría tomarme otra nuevamente?”.  No pude evitar el pensar en la gente que vive en pobreza. Recordé un relato de Urbanoscopio, de Fernando Contreras, donde una joven pareja se va a un precario a levantar un rancho.  Gracias a Dios, y al trabajo duro de mis papás, nunca –ni de niña ni de adulta- me he ido a la cama con hambre, ni he despertado con la alacena vacía. Sin embargo, sé que esto no es lo que sucede en muchas casas de Costa Rica.  ¿Y qué hacer? El tema me golpea y me sigue remitiendo a las ideas que han llegado a mí por medio de artistas. Hace var

Lecturas de medianoche

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  Está a punto de acabar este Día del Libro. Sin embargo aún no suenan las campanadas de la medianoche. Aunque tenga mucho que estudiar para mi examen final de este viernes, no quisiera dejar de unirme a la fiesta de la lectura, una de las mayores pasiones de mi vida.  Entre las cosas que más disfrutamos los que amamos leer está el juntarnos con otros que tienen esa misma loquera. De seguro parecemos bichos extraños para quienes, tristemente, desconocen el placer inexplicable que se siente al adentrarse en un relato, tanto que suspiramos cuando el personaje se enamora o sufrimos terriblemente cuando fallece.  Hoy, día en el que han circulado cientos de miles de mensajes sobre los libros, esta Nota de Esperanza no tiene mayor pretensión que saludar a mis amigos lectores. Es algo así como un beso tirado al aire para que lo atrapen todos aquellos que sostienen en su otra mano un libro,  una computadora o una tableta… Lectura es lectura.  Los libros me han abrazado en mu

Yo aprendo, vos aprendés, todos aprendemos…

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¿Qué está aprendiendo usted por estos días? Ahora que las calles ya están tomadas otra vez por busetas escolares me he puesto a pensar en el tema de la educación. Estoy casada con la idea de que los seres humanos, dichosamente, estamos aprendiendo todo el tiempo. ¿Qué sería de nuestras vidas, y de nuestro país, si pensáramos que la educación solo tiene que ver con una institución o con un diploma? ¡Estaríamos fritos! Cuando tenía 10 años mi papás, gente citadina, empezaron una aventura de finqueros. Aprendieron a usar un trapiche, a enyugar bueyes y a encender fogones. Y gracias a esos nuevos conocimientos hoy puedo presumir de todo lo bueno que me dejó esa herencia campesina. Y de mi vida personal, los que me conocen ya se saben el cuento de cuánto me costó aprender a manejar. ¡Ja, pero lo logré! ¿Y qué me dicen de la experiencia de tener pareja, o la de criar hijos? Ahí sí es cierto que hay que crecer todos los días. No hay manual, pero he ido construyendo el mío propio ent