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Mostrando entradas de 2017

Mi tierra

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El Valle de Orosi, en todo su esplendor. Yo era una chiquilla de ciudad para ese entonces. En Alajuela estaban la casa, la escuela y el play de la urba; en San José, los abuelos, los tíos  y la iglesia. Quizá hubo otros paseos; pero a mí se me quedó este en la mente. Tal vez fue por ser la antesala de una mudanza que a la larga pesaría tanto en mi historia de vida. Ese año fuimos a Rivas de Pérez Zeledón. Todo era extraordinario para mí: el bus atiborrado de gente, aquellas montañas pobladas de árboles y cafetales casi a la distancia de mi brazo, el calor húmedo que moja disimuladamente la espalda, el cabello, la frente, y en la tarde el aguacero. ¡Qué forma de llover! Han pasado muchos años, pero en el fondo sigo pensando que en ningún otro lado llueve como en Pérez. En ese paseo visitamos la casa de Leda y Alberto, escondida entre el cafetal. Quizá fue la primera vez en mi vida que vi un fogón (esos años me dejaron un amor especial por el fuego, pero ese es otro cuento). E

Un vaso que se desborda

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Así se vio el atardecer ayer, desde Coronado. Un champucito de cariño, desde el cielo. El hecho de que un milagro suceda una y otra vez, y nos acostumbremos a él, no lo hace menos extraordinario. El camino diario está llena de ellos, de pequeños grandes regalos que vuelven el transcurrir de los días hermoso, deseable. La vida es el primer milagro que me saca hoy una sonrisa de agradecimiento. En mi barrio, que está calladísimo a estas horas mañaneras del domingo, miro las montañas a través de la ventana de mi estudio, oigo soplar el viento (¡qué sonido tan bello!) y me percato de que estoy respirando. Cada latido fiel de mi corazón me recuerda que estoy viva. Esto es demasiado valioso y no quisiera darlo por sentado. La familia, mi gente querida con la que recorro el camino, los cercanos y los extendidos, el tesoro de mi corazón (¿cómo decirlo sin sonar cursi? pero de verdad eso es lo que son). Hay días en que es fácil amarlos, otros no tanto, pero igual los quiero. Son l

Cuando toca el camino del dolor

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Designed by Jcomp / Freepik En las mañanas, cuando voy rumbo a mi trabajo, con frecuencia veo a un señor haciendo ejercicio. Es un sitio en el que bastantes personas corren y el señor no me llamaría la atención si no fuera porque tiene una sola pierna y hace sus caminatas con muletas.  Siento muchísima admiración por las personas como él, que tendrían todos los argumentos para quedarse en casa, hechos un puño, lamentándose por una y mil cosas más. En los últimos días he estado reflexionando sobre lo que significa la adversidad. ¿A quién le gustan las dificultades? Salvo que uno tenga vocación de mártir (y conozco gente así, pero hoy no es el tema) uno no hace fiesta cuando llega la enfermedad, el desempleo, las dificultades financieras, el desengaño y cuantas otras cosas más se nos ocurran. Al escribir estas palabras pienso en mis momentos, en mis pérdidas, en los días en que la incertidumbre se me ha adherido necia, como el monte en las medias cuando era chiquilla. Recuerdo

Mayo, con M de Museos

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Fotos y documentos. Parte de nuestra  oferta en Expo Museos. A veces hay experiencias de la vida laboral que me hacen muy feliz, que me recuerdan por qué acepté un puesto de trabajo o por qué escogí la carrera que tengo. Este mes tuve una vivencia de ese tipo, cuando en el Archivo Nacional participamos en Expo Museos 2017 , 18 y 19 de mayo, en la Casa del Cuño.  La trabajada fue grande, pero el mucho calor que hizo en la Casa del Cuño no apagó el entusiasmo de las 32 organizaciones que nos dimos cita. Más de uno ya estará pensando que en el Archivo no somos un museo, pero les comento que los archivos, mundialmente, montamos exposiciones para difundir los documentos que resguardamos y eso nos abre la puerta a la hermosa familia museística de Costa Rica. Yo podría buscar algunas razones bien académicas por las cuales les podría recomendar visitar un museo, que suenen a profesora muy formal, como a clase de Estudios Sociales (aunque yo amaba esa materia). Sin embargo, qui

Mi casa, mi oasis

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Estas son las flores que me han acompañado en la mesa esta semana. Yo las encuentro absolutamente terapéuticas En los días previos a la Semana Santa tuve en la oficina la típica conversación sobre lo que teníamos planeado hacer en el receso que teníamos por delante. Yo, toda emocionada, les conté a mis compañeras sobre la ilusión que me daba simplemente quedarme en casa. Les mencioné dos artículos que se habían publicado recientemente al  respecto, uno en El País y el otro en Revista Dominical , de La Nación. Yo no sabía que ese deleite mío de estar en casa sin prisas de ningún tipo había recibido de parte de otros el nombre de “nesting”. Nos reímos mucho hablando de quiénes entre nosotras preferíamos casa y quiénes calle, y cómo empatamos nuestro gusto con nuestros familiares más cercanos. Pensé que los bichos raros éramos pocos, pero en una tomada de café el Lunes Santo con dos queridas amigas, me enteré de que ellas tenían el mismo plan: estar en casa. No me malentien

En busca de la paz…

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Sería hermoso sentirme siempre así, como viendo este paisaje.  “Usted debe aprender a estar más tranquila, Maureen”, me dice el  doctor. Ajá... No lo he escuchado de un solo médico, me lo han dicho varios. Suena muy interesante, sobre todo cuando el consejo va acompañado  de una explicación sobre lo mucho que gana mi cuerpo si estoy en equilibrio emocional, en paz. ¡Qué lindo suena! ¿Y el manual de instrucciones? ¿Me lo pasan, por favor? Ah, ¿cómo? Que mala noticia, ¿no tienen manual? Así mismo, como lo oyen. La consulta médica no incluyó una receta que dijera, “una cucharada diaria del manual de tranquilidad”.   El mismo médico admitió que no es un  fácil para una mujer que trabaja fuera de casa, es mamá y esposa (y aunque el doctor no lo sabe,  puedo añadir a la lista un par de cosas más). A veces me esfuerzo mucho, pero no funciona;  esforzarme para tener más paz justamente me la roba, agota. Pero no me he querido dar por vencida, así que este 2017 ha sido para mí e

2017, con la mirada más allá de nuestro ombligo

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Empieza el 2017 y a pesar de los pesares el futuro huele a esperanza y gratitud. En persona, por Whatsapp y por redes sociales hacemos llegar buenos deseos a nuestra gente cercana, y recibimos otros de vuelta. Algunos hacemos balance del año que se fue y de lo que queremos cambiar. En 2016 hubo cosas que resultaron un éxito en mi vida y otras que salieron de la patada. Y empiezo el año acompañada por muchos otros mortales que buscan las tenis para abrazarlas con más fuerza durante 2017. A mí, creyente confesa de que siempre podemos crecer y ser mejores, inevitablemente me ilusiona crear mi pequeña lista de propósitos.  Sin embargo, en medio de los nuevos planes quisiera motivarles (motivarme) a que hagamos un espacio en nuestras oraciones y pensamientos para los que sufren, en el mundo y en nuestro vecindario.   Siento que la humanidad pasa en este momento por días oscuros. Quizá un historiador me diría que no me escandalice, que siempre ha sido así; pero hoy la internet y l