El arte y yo, con licencia para sentir
Cuando yo era niña no sabía que existía el arte; pero tenía otras nociones. Tenía claridad de cuánto me gustaba sentir el viento mientras escuchaba el sonido del aguacero que venía entre las montañas. Sabía que me emocionaba cantar y, sobre todo, era consciente de que había leído una y otra vez los cuatro libros de mi casa, incluido el único tomo de una enciclopedia por medio del cual me enteré de que existían Amado Nervo y Sor Juana Inés de la Cruz. Los años pasaron y llegaron a mi vida nuevas oportunidades. Fue así como una vez tuve contacto con la música clásica y descubrí, para sorpresa mía, que me gustó un montón. Descubrí que existía la danza; ¡qué cosa maravillosa! A veces pienso que si me hubiera topado con ese mundo siendo una niña quizá habría sido bailarina. Y también me di cuenta de que había una cosa llamada jazz y de que hay personas que trabajan durísimo, con la rigurosidad de los ingenieros y de los cirujanos, para montar obras de teatro. Y por aquí me encontré con ...