Mi primer amor

No fue fácil entrar. Mi nota de admisión fue muy buena, pero
se concursaba para ingresar con el promedio ponderado de cuatro cursos y el 7
con que aprobé Economía me dejó a centésimas de la meta. Fue uno de los
momentos más difíciles de mi vida. ¿Qué hacer, qué otra carrera escoger?
Después de explorar otras posibilidades llegué al punto del inicio: “¡Yo lo que
quiero es estudiar comunicación!”. No tenía más remedio que seguir la vocación.
Volví a llevar el curso de Economía, que esta vez aprobé con un 9, y de esta
forma quedó sellado mi pasaporte al planeta de los comunicadores.
Fue así como en marzo de 1991 me senté por primera vez en el
pupitre como estudiante de Comunicación. Ha sido uno de los momentos más
felices de mi vida. Me sabía privilegiada, parte de un pequeño grupo creativo, lleno
de sueños, con toda la energía para sacar adelante lo que fuera necesario y con
la convicción de que la que comunicación es una herramienta poderosa para hacer
de este un mundo mejor.
Hubo personas hermosas entre
los compañeros de mi generación, y mejor no menciono nombres para no ser
injusta. Con los profes no me da tanto miedo. Me marcaron Miguel Regueyra,
Ileana Ramírez, Pilar Vitoria, Alexandra De Simone, Carlos Sandoval y Carlos
Araya, que no me dio clases pero fue mi coordinador en la producción de radio
estudiantil Contrastes.
Hace casi 20 año cursé el último curso del Bachillerato. Han
llegado nuevos amores a mi vida, como la literatura y la educación; pero la
comunicación fue el primero, el de adolescencia.
Por esto fue tan grato invertir esta semana en el I Congreso Centroamericano de
Comunicación. De mi propia vecindad
encontré una ECCC más sólida, rigurosa, enfocada en la calidad y un proyecto de
investigación sobre el desarrollo de las relaciones públicas en Centroamérica,
liderado por Carmen Mayela Fallas, de Comunicación Corporativa.
Fueron gratas noticias, al igual que constatar el potencial del recién creado Centro de Investigación en
Comunicación (Cicom).
De la vecindad centroamericana me queda un
sentimiento de admiración. Es duro y peligroso ser periodista más allá de Peñas
Blancas. Encontré esperanza detrás de audiovisuales y programas de radio que
luchan contra la violencia, el abuso sexual y la explotación sexual comercial. Hallé
compromiso en las voces que se apoderan del ciberespacio para luchar contra la
corrupción y la injusticia.
En la vida se pueden seguir muchos caminos… yo me quedo con
el de la vocación.
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