Enfoque

La tranquilidad propia de los días de Semana Santa me dio oportunidad de meterle cabeza a algunas cosas y una de ellas fue mi lista de propósitos de 2014. ¿Ustedes también tienen una, aunque no la haya escrito? El balance no fue del todo un éxito (en algunos asuntos tengo que enderezar el barco), pero tampoco me fue tan mal. Lo que sí estuvo claro es que reconfirmé una verdad que se ha hecho cada vez más fuerte en mí desde que cumplí 40 años: no se puede todo en esta vida, es necesario enfocarse.

Tal vez sea un exceso de estructura, pero enfocarme me deja algunas ganancias que quisiera compartir con ustedes.

1.    Me ayuda a administrar mis 24 horas diarias. No me malentiendan, puedo detenerme (y lo hago) a ver el atardecer. Pero si voy a ver tele, por ejemplo, no me permito gastar minutos valiosos frente a programas chatarra.

2.    Enfocarme dirige mi mirada hacia las personas que más me importan. Esto significa escuchar a mis hijos y a mi esposo intencionadamente al menos un ratito cada día, y tratar de mantener el vínculo como hija, hermana, tía, cuñada y nuera. No es fácil, pero hago la fuerza. Por eliminación, también me ayuda a dar media vuelta ante la gente tóxica. Gracias a Dios, hace algún tiempo me liberé de la necesidad de caerle bien a todo el mundo.

3.    Comprendí que no es posible tener muchísimos amigos. Hay gran cantidad de personas queridas en mi vida, pero amigos, lo que se dice amigos, se reducen a una lista pequeña. Lo confieso, es una lista más pequeña de lo que me gustaría en realidad (tal vez debería enfatizar en esto también). Sin embargo, ¿es realista ser amigo cercano de 30 o 40 personas? Creo que no. Nota: Facebook no es un buen parámetro al respecto.

4.    A propósito de Facebook, tener claro mi enfoque me ayuda a recordar que no hay nada de malo en mi vida si no voy a la playa con frecuencia, si mi agenda de fiestas es reducida o si me pierdo el último estreno cinematográfico. ¿Les ha pasado? La avalancha informativa que generan nuestros contactos en esta red social nos puede hacer pensar, engañosamente, que nos estamos perdiendo de algo. Tener claro qué quiero me ayuda a no sucumbir ante la abundancia de opciones. Si quieren ahondar en el tema, les recomiendo este artículo de El País, que me gustó mucho.

5.    Tener claro para dónde voy me ayuda a fijar la vista en mi camino y no en el camino del vecino. Este es un excelente antídoto contra la codependencia, la envidia y otras malas vibras que nos restan la energía que necesitamos para sacar adelante nuestros proyectos. Hay un sendero que tiene mi nombre y si no me preocupo en andarlo puedo terminar en el sendero de otro. Eso sería un desperdicio de vida, ¿no les parece?

6.    Enfocarme me ayuda a recordar la forma en que está dividido mi año, en cuanto a creación intelectual: cuando estoy en época lectiva mi énfasis está en la maestría y en vacaciones me zambullo en mis textos literarios. Los echo de menos, pero –volviendo al punto número 1- el día solo tiene 24 horas y no tiene sentido torturarme exigiéndome imposibles. Recordar esta decisión da un portazo en la nariz a la culpa que se asoma cuando pienso en que me gustaría escribir con más frecuencia.

7.    Finalmente, enfocarme me lleva al principio y al final de todo:
mi relación con Dios. ¿De qué me serviría todo lo demás –familia, amigos, buen uso del tiempo, salud, bienes materiales y creación intelectual- si mi vida está lejos del Creador? Estar lejos del Señor es estar muerta en vida.

Aún quedan dos días de esta Semana Santa, antes de que el despertador vuelva a sonar puntual y la calle se llene de carros otra vez. Les deseo un lindo tiempo de reflexión, que logren –logremos- detenernos a pensar si nos gusta la vida que llevamos. Si la respuesta es positiva, ¡adelante! Y si no, que tengamos el coraje para decidir y enfocar.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
En efecto, es un exceso de estructura!
Maureen Herrrera Brenes ha dicho que…
Ja, ja. Adriana Herrera, ¿qué te diré? Tal vez el en el 2015 me quiera enfocar en ser menos estructurada =)

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