Ofensores sexuales en mi linda Costa Rica



Cuando tenía 11 años pasé unos meses en una escuela unidocente en Pérez Zeledón, en la que recibiría mi diploma de sexto grado. Era un momento de vulnerabilidad económica y social para mi familia, poco después de un terremoto que había destruido los caminos para llegar a la finca en que vivíamos y que nos había obligado a pasarnos de casa.

Yo tenía 11 años y apariencia de muchacha. Una mañana, el maestro se me quedó mirando durante el tiempo del desayuno en el comedor:

- Anoche me soñé con usted, Maureen.

- ¿De verdad, don? ¿Y qué se soñó?-, dije yo con toda la ingenuidad del mundo a cuestas.

Sus ojos refulgieron y apareció una sonrisa maliciosa:

- Ah, no. Eso no se puede contar.

Hasta el día de hoy me da una rabia enorme recordar el episodio. Aunque creo que en ese momento no me indignó tanto como debía, como que procesé el asunto a los años, más adulta. Sospeché que algo no estaba bien y creo que tiempo después se lo conté a mi mamá, cuando ya vivíamos en otro pueblo, y dichosamente el susodicho maestro nunca jamás se me atravesó en la vida.
Quizá fue mi momento más cercano a un capítulo #MeToo. Aunque también me viene a la memoria un episodio con una amiga del cole a quien uno de los profes le "pidió un beso". Ese sí me dolió, porque de veras lo admiraba. Ese día se le cayeron todas las medallas.
Después de la ola de denuncias contra Oscar Arias, ex presidente de la República y Premio Nobel de la Paz, decidí que no podía eludir el tema aquí en el blog. Se siente la responsabilidad de acuerpar con palabras a las mujeres valientes que han abierto la boca. Es que se necesita mucho valor para denunciar a un pastor, a un sacerdote, a un familiar, a un docente, a un presidente.

Y ya había decido abordar aquí el tema cuando el Semanario Universidad publicó la entrevista a los muchachos que, cuando eran apenas unos chiquillos, fueron abusados por el entonces sacerdote Mauricio Víquez. José Rafael Quirós, hoy arzobispo de San José, recibió  la denuncia en su momento y duró alrededor de un año en reaccionar.   

Los temas se mezclan perversamente. Al final tienen una raíz de abuso de poder que se manifiesta en la sexualidad. Esta nota de Semanario Universidad me aclaró al respecto. 

A continuación anoto algunas de las ideas que me han rondado a propósito de esta realidad.

1. La información ha corrido como el agua y quizá para estas alturas ya sea un tema trillado. Pero si usted es de las personas que se preguntan por qué una víctima de abuso dura tanto tiempo en hablar sobre el tema por favor vea el video que aparece en esta nota y responde su pregunta. 

2. Como sociedad estamos llamados a construir un nuevo modelo de vínculo entre hombres y mujeres. Un concepto más sano de masculinidad. Durante miles de años en la historia del ser humano ha imperado un sistema de subordinación de las mujeres hacia a los hombres. A este sistema se le conoce como patriarcado y ganancia será todo lo que logremos hacer contra esta forma de mirar el mundo.

Las mujeres no somos las únicas perdedoras con el patriarcado; los hombres son víctimas del sistema también. Solo para mencionar un detalle: este es un sistema que infunde en los varones temor a mostrarse suaves, tiernos o débiles.  Es la prohibición a las lágrimas, al fracaso y a la vulnerabilidad. No, si es como para volverse uno loco. En este artículo puede leer más al respecto. 

Si no ha visto este anuncio, que algunos han odiado pero yo amé, le invito a hacerlo y a reflexionar sobre una forma distinta de ser hombre. 


3. Lo mínimo que podemos hacer es mostrar solidaridad con quien tiene el coraje de  denunciar. De las peores traiciones que podemos presentar, como sociedad y como individuos, es irnos al cuerpo de quien levanta la voz. Y si no tenemos conocimiento, mejor no hablamos, y mientras nos quedamos callados podemos leer, escuchar a los que saben más, aprender. 


4. Si por años las cosas fueron de determinada forma, no tienen por qué ser así para siempre. Cada generación tiene, tenemos, la responsabilidad de enfrentar sus propios rollos y construir algo mejor para los que vienen. Alguna vez hubo un grupo de gente valiente que cuestionó la esclavitud y desde el fondo de mi corazón agradezco a las sufragistas que se echaron el pleito para que hoy mi generación pueda participar activamente en la política.


Digo esto porque pareciera que por años el abuso sexual ha sido parte de la historia de tanta, tantísima gente. Y de repente es posible caer en la tentación de pensar que es imposible imaginar una realidad distinta, en la que esto sea una excepción y no la norma. Yo pensaba que era inevitable tener la boca llena de calzas hasta que la odontóloga me explicó que ahora la expectativa es preventiva, que hay adultos en el mundo que nunca han experimentado caries, y yo no lo podía creer. No podemos rendirnos ante el "siempre ha sido así, y siempre será". 


5. Se requieren mecanismos de tratamiento para los victimarios. Este tema lo incluyo en mi listado con resistencia, con rabia. Es un tema impopular, lo sé. Es como cuando el gobierno plantea el tema de que se requiere presupuesto para construir nuevas cárceles, en condiciones dignas. Nadie quiere hablar de ello, pero  es necesario. 



Traigo el tema a colación porque me pregunto: si un ofensor sexual, honestamente, quisiera tratarse y enfrentar su patología, ¿A dónde recurre? La pura verdad, no tengo la menor idea. No es un tema menor, pues debe haber un abordaje terapéutico que ayude a romper el ciclo. Me preocupa mucho que entre tanta nota periodística sobre el tema que he revisado en los últimos días, ninguna, entiéndase ninguna, ha tratado este tema. 

6. Qué desafío tenemos, como seres humanos, de que haya congruencia entre lo que somos en lo interno y en lo externo. ¿Para qué tanto estudio, tanto currículum si en lo más básico del carácter somos tan débiles, como si no pasáramos del kinder? Lo digo pensando en mí misma, "echando para mi saco", como decimos en Costa Rica. Ser una buena persona debería ser nuestro objetivo mayor, antes que nada, y desarrollar buenos seres humanos debería ser el mayor objetivo de quienes educamos hijos e hijas. 

Mis últimas palabras para quienes denuncian: "yo les creo". Silvia Ulloa, directora de CRHoy lo dijo de la mejor forma, aquí les dejo.  

No voy a decir "Sé cómo se siente", porque no lo sé. Pero desde esta ventana que me da la tecnología, envío un abrazo de verdad solidario a quienes han levantado la voz. 

Y para el resto del universo lector debo decir: 
No podemos rendirnos, otro mundo es posible. 




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