México lindo y querido. Crónica 1




Nunca vi el Nevado ni alcancé a usar el abrigo para los potenciales 10 grados que mencionaba la página del clima. Si presencié, en cambio, un jardín inolvidable, iluminado por vitrales a la caída del sol, y me sentí en casa al lado de gente de toda Iberoamérica que también trabaja en archivos, quijotes del Siglo XXI que hablan de inteligencia artificial, transparencia y derechos humanos. Aquí les comparto la primera crónica de mi viaje a México, en este episodio centrado en Toluca. No vaticiné lo mucho que me iba a impresionar este país. 

Todo empezó con el 50 Aniversario de la Asociación Latinoamericana de Archivos (ALA). Como funcionaria del Archivo Nacional de Costa Rica soy parte de un grupo de trabajo de dinamización cultural de archivos, que surgió del proyecto inicial de una red de comunicadores de archivos. Somos la tribu que enfoca el quehacer de los archivos en temas como mercadeo, programas educativos y relaciones con público, entre otros; temas apasionantes, realmente. Desde que se mencionó que venía la actividad del aniversario de ALA me dio ilusión de asistir, en persona, a la vieja usanza, y mirar a los ojos a la gente con la que me había reunido por medio de la compu durante los años de pandemia. 

Mi esposo Víctor y yo acomodamos un viaje que combinó vacaciones y trabajo y hacia allá volamos como chiquillos ilusionados. Primera vez solos fuera del país mientras nuestros hijos, jóvenes adultos, quedaban a cargo de la casa, los peces y los perros. 

Ciudad de México fue la primera parte del recorrido. 
Estos días previos, tan intensos, serán parte de otra crónica

Luego de unos días de turismo en Ciudad de México (que serán el contenido de otra crónica), el camino en bus a Toluca nos mostró algunos paisajes montañosos, aunque un poco secos a los ojos de una persona que navega entre la lluvia durante todo el año. Luego de haber recorrido la arboleda del Paseo Reforma, la llegada del bus a Toluca me asustó un poco, menos escénica; luego conocería su generosidad en otros aspectos. 

Fue un descanso, después del ritmo trepidante de CDMX, más aireada, menos gente, más parecida al entorno urbano al que estoy acostumbrada. La Plaza Senderos, dentro de cual se ubicaba nuestro hotel, fue un entorno agradable y seguro para hacer compras y comer; sitio recomendado para quedarse por estas ventajas logísticas. El Hotel City Express, donde nos hospedamos, fue una experiencia fluctuante de servicio al cliente, dependiendo de la actitud de la persona que nos atendió. Buen desempeño, eso sí, en materia de desayuno (variado, amplio, sabroso) y excelente la habitación (aunque sin ventilación natural y alfombrada totalmente, entorno que le pasó factura a la alérgica que soy).

Luego de lucir el sombrero de turista llegó el tiempo de modo trabajo (y estuvo tan chiva lo uno como lo otro). Sí cambió el atuendo; las tenis y el sombrero quedaron en la maleta y tocaron los vestidos y pantalones más formales (no íbamos a dejar en mal a la delegación tica). Del 27 al 29 de marzo participé en el Seminario Internacional de Archivos de Tradición Ibérica (Siati), organizado por la Asociación Latinoamericana de Archivos y el Poder Judicial del Estado de México. 

Nosotros en modo guapura, el día de la inauguración del Siati

Empezando nomás el programa del Siati fue muy emocionante escuchar a Ricardo Sodi Cuellar, Magistrado Presidente del Poder Judicial del Estado de México. Los que trabajamos en archivos creemos desde el fondo de las entrañas en el gran aporte que realizamos para la sociedad en materia de transparencia, rendición de cuentas, preservación de la memoria (y dejo aquí la lista para no presumir). Sin embargo, hay doble puntaje cuando se escucha a una persona externa  defender este quehacer con tanta vehemencia y triple puntaje cuando se trata de un funcionario de la envergadura de señor Sodi. 


Estas dos imágenes provienen de la página de Facebook de ALA.
En la segunda se aprecia al señor Sodi

Pasé mucho tiempo con Katherine Díaz, mi compañera peruana de la red. Asistimos a las diferentes conferencias, algunas de temas más especializados que otros. Una de ellas, con traducción simultánea, fue especialmente desafiante para nosotras, cuya carrera base no es la Archivística. El tema es igual de complicado en español, le comenté a mi compañera. 

Fue muy enriquecedor participar del taller "Aprovechamiento de herramientas para generar productos de comunicación en los archivos" con mi colega Dania Asprilla, de Colombia, de cuya mano nació la red de comunicadores en 2014. ¡Qué alguien se atreva a insinuarme que el tema de la comunicación es un asunto menor o secundario en el trabajo archivístico! Escuchando a Dania se me presentaron nuevos desafíos y el recordatorio de por qué escogí esta carrera extraordinaria y emocionante como es la comunicación. Hay gente que uno ve poco, poquísimo, pero le guarda un cariño enorme, le acompaña vía redes sociales y cuando la tiene enfrente es como si la hubiese dejado de ver ayer. Así me siento con Dania, una querida amiga cibernética que este mundo de los archivos me ha deparado. 

Durante el Siati también participé en la sesión de informe de resultados del Diplomado en Archivística, gestión de documentos y administración de archivos que de manera conjunta han impulsado ALA y la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. El año pasado fui docente invitada del profesor Fernando Jaén en este diplomado y a mí, que soy una gran sentimental para ciertas cosas, se me aguaron los ojos escuchando de frente a las personas que dirigen este esfuerzo académico. ¡Y luego conocí a tres de las alumnas del diplomado! Hay experiencias que no tienen sustituto en la virtualidad.

Me había prometido no comprar más libros, pues ya el peso de mi equipaje hacía sonar las alarmas cuando lo colocaba en el gancho de prueba. Pero, ¿cómo no aprovechar esta oportunidad? El último riesgo lo tomé con "Archivos y derechos humanos" y "Archivos y archiveros en la literatura y el cine". Y este último, con ese temazo de por medio, me lo traje además autografiado por sus autores: Ramón Alberch y Rocío Ponce. 

Provechosa e inolvidable la experiencia del Siati. Fue evidente que hubo un pequeño ejército tras bambalinas para que todo saliera tan bien como salió. Conozco a tres de los soldados y no puedo dejar de mencionarlos aquí. Gracias Marco Enriquez, María Fernanda Treviño y Ramón Alberch por todo su trabajo. No dudo que pasaron los días de Semana Santa en rehabilitación y descanso; espero que ya estén totalmente recuperados. 

De izquierda a derecha: María Fernanda Treviño, Marco Enriquez, yo, Ramón Alberch, Dania Asprilla y Olga (esta última estudiante del Diplomado en Archivísica). De las fotos más entrañables del viaje.







En asunto de libros, mención aparte merece Víctor, mi esposo. Mientras yo estaba en el seminario hizo un recorrido de aventura para visitar dos librerías en Toluca. Explico brevemente. Fiebre como soy, viajé a México con una lista de títulos que no he conseguido en Costa Rica. Encontré algunos en dos Librerías Gandhi de Ciudad de México, pero había un par que solo estaban en Toluca. Gracias al amor de mi esposo, manifestado en un montón de pasos y una gran asoleada, me pude traer "Curso de escritura creativa", de Brandon Sanderson y "Siete casas vacías", de Samanta Schweblin. Este último me emociona en particular. Hace mucho tiempo lo venía persiguiendo en físico y el ejemplar que Víctor me rescató era el único que tenían en sistema. 

Los libros del amor


El último día del seminario terminamos un poquito más temprano y Víctor, que estaba conociendo el centro de Toluca, me convenció de visitar el Cosmovitral Jardín Botánico, del que tanto había leído en internet. Venite, te da tiempo antes de que cierren. Siempre le agradeceré el impulso (si no hubiera ido en ese momento ya no he me hubiera quedado oportunidad). Compré el boleto como 50 minutos antes de que cerraran y aunque fue una visita rápida, siempre me quedará el recuerdo inolvidable de un sitio entre fuentes, plantas y vidrios de colores. Me obligué a dejar de tomar fotos a ratos para restregarme entre los dedos una hojita de lavanda (¡hay pucha, no sé si sería prohibido!), escuchar el agua cayendo de la fuentes o contemplar las enormes flores amarillas que crecían en  la  superficie de los laguitos. Y todo esto rodeado de vidrios de colores, un vitral enorme. Además llegué a la caída del sol; no tienen idea. 

La foto no hace justicia total. Es un sitio bellísimo

A la salida tomamos el segundo café más rico de todo el viaje en un sitio llamado "Café Punta del Cielo". 

El segundo mejor café del viaje.
Del primero hablaré en la próxima crónica

Un día antes de tomar el avión de regreso visitamos San Mateo Atenco, un municipio vecino a Toluca. Solo este recorrido da para una crónica solita del día que pasamos entre tiendas, grandes y pequeñas, especializadas en productos de cuero (material que amo y que en Costa Rica es muy, muy, caro). Sin lugares bonitos para comer, eso sí; pero salió en nuestro rescate la "Cocina económica de Sofi", lo que en Costa Rica llamamos una soda, una sodita. Sencilla, en el garage de una casa, limpísima. Ya pasaban las dos de la tarde y no quedaba comida, pero las muchachas nos prepararon dos huevos fritos, tortillas y ensalada. ¡Delicioso!


Regresamos al hotel con un conductor de Uber, adulto mayor, que nos explicó las grandes bondades de Andrés Manuel López Obrador, interesado en ayudar a los pobres. 

La mañana del último día cerré la puerta de la habitación del hotel con cierta nostalgia; después de todo había sido nuestro hogar por casi una semana. Mención aparte para el bus de Toluca-Aeropuerto, con pantallas y películas, estaciones de carga con puertos USB e internet inalámbrico (todo el glamour del que ahora carecen los aviones de Avianca). 

En este viaje en bus me acurruqué hacia Víctor para dormitar. De fondo sonaba la voz de Will Smith interpretando a Richard Williams. Entrecerré los ojos pensando en la ilusión de volver a abrazar a los chiquillos, nuestros hijos, a la media noche del largo día de viaje que teníamos por delante. De cuando en cuando abría los ojos y me llegaba la imagen borrosa de montañas con pinos iluminadas por el sol. 



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