Villancicos en enero


¿Se percataron de que hoy, hace un mes, era el día de Navidad? Me impresiona notar que mucho de nuestro sentido de la realidad recibe la influencia del suplemento publicitario del momento.

En esta semana, por ejemplo, los anuncios del periódico son de artículos de playa y útiles escolares. Quedan guardados, hasta nuevo aviso, candelas rojas y verdes, hojas para tamales y las instrucciones para envolver regalos según el último grito de la moda.

¿De qué se habla en Navidad? Claro que de regalos, fiestas y adornos. Pero vayamos un poquito más al fondo. También hablamos de paz y amor. Nos hemos hartado tanto de estas dos palabritas que se nos olvida cuál es su verdadero sabor. Botemos por un momento las etiquetas, los lugares comunes, las frases vacías… ¿acaso no deseamos todos en nuestras vidas paz y amor? En días decembrinos nuestro vecindario de palabras también recibe otras protagonistas bellas, significativas: solidaridad, salvación, amistad, perdón, familia, gozo, generosidad, esperanza.

No sé que piensen ustedes. No es ser negativa, ni amante del drama, pero este 2012 pinta complejo en muchos sentidos. Me parece que las visitantes de nuestro vocabulario navideño deberían ser huéspedes de honor durante todo el año.

El 9 de enero me sucedió algo gracioso cuando me dirigía al trabajo, en mi primer día laboral del año. Encendí la radio en el carro y me apareció un disco de música navideña, un rescoldo de las semanas pasadas. En ese momento nació la mayor parte de esta reflexión. Hace algunos años aprendí un villancico cuando trabajaba en el Museo de los Niños. Desde que mis hijos eran bebés se los he cantado y me parece que sus palabras son tan válidas, y necesarias, este enero como en el recién pasado diciembre:

“Oh santísimo, felicísimo
grato tiempo de Navidad.
Al mundo perdido
Cristo le ha nacido.
¡Alegría, alegría, cristiandad!”

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