Tolerancia

No es fácil escuchar. Bueno, a mí me cuesta. He tratado de aprender con los años. Sin embargo, hay algo que es todavía más difícil que prestar atención a las historias de los demás:  escuchar sin juzgar, escuchar y a la vez tratar de comprender.

Muchas veces la mente se desboca sin freno. Pero su velocidad es nada a la par de la lengua. En no pocas ocasiones mis hijos empiezan alguna historia y mi mente derrapa; y mi boca, más descontrolada todavía, emite algún juicio. En esos momentos pongo el piloto de mamá en automático y la perorata inicia… pero ellos aún no han terminado. Yo en realidad no estoy escuchando y llega un punto en que me tienen que interrumpir y decirme: “Mami, ¡póngame atención!”

Tal vez pensarán que se trata de una tontería sin importancia, pero la capacidad de escucha es la madre de otros hijos muy nobles: la comunicación, la comprensión y la tolerancia.  Por eso creo que vale la pena escuchar a quienes piensan distinto de mí, tratar de comprender sus mundos y sus puntos de vista. No siempre logro mantener la bocota cerrada ante lo que escucho; pero sinceramente me esfuerzo.

Con ese espíritu me senté  a observar el último programa de “Las paredes oyen”, el pasado martes 27 de mayo. Quería escuchar la historia de Floribeth Mora quien afirma que recibió un milagro de sanidad gracias a la intercesión de Juan Pablo II. No fue cualquier milagro, fue el que el Vaticano certificó para dar pie a la recién pasada canonización, lo que convirtió a doña Floribeth en toda una celebridad. Para aquellos de ustedes que no lo sepan, quizá sea un detalle relevante saber que soy cristiana evangélica, lo que no me impidió en lo absoluto acercarme a la historia de la señora.

Escuché su recorrido y realmente disfruté el programa. Algunas ideas las compartí, otras no. Sin embargo, presté atención sin juzgar. Al final, por mera curiosidad, entré al muro del programa en Facebook y me llevé tremenda sorpresa. ¡Cuántos comentarios insultantes! De “vieja ridícula” en adelante y mejor no sigo. Sé que los asuntos religiosos son tierra fértil para la intolerancia pero siendo Costa Rica un país de mayoría católica,  las reacciones ofensivas de tanta gente no eran lo que me esperaba.

El punto es:  ¿por qué nos cuesta tanto escucharnos unos a otros sin juzgarnos ni maltratarnos?   Sentémonos a la mesa vegetarianos y carnívoros,  amantes de los chicharrones y de las ensaladas. Podemos coexistir. Caminemos juntos cristianos, judíos, musulmanes y ateos; debajo de nuestros ropajes todos somos personas.  Soportémonos, amantes del jazz y del reguetón (esa esta dura, ¿verdad?).  Solo piensen en las cosas extraordinarias que logran los equipos en que confluyen sin matarse las personas creativas y alocadas con las más sistemáticas y rigurosas.

¿Significa esto que vamos a estar de acuerdo? No, para nada. Pero si quiero rebatir las ideas del que piensa distinto tengo que comprenderlas. Para empezar, eso sí, es necesario comprender la connotación constructiva que puede tener a palabra discutir. La vida es un salón amplio y en él caben, al mismo tiempo, la discrepancia y el amor, la diferencia y la bondad, y en cada rincón puede habitar el respeto. ¿Muy ingenua yo? Tal vez. Pero ese el mundo que quiero construir y ese es el estilo de vida que quiero modelar para mis hijos.

Comentarios

Estrellita ha dicho que…
Así es Mau, muchas veces la intolerancia es el inicio de una sociedad cada vez más violenta. De verdad es necesario enseñar a los más pequeños a convivir con respeto y amor. Muchas gracias por tu nota!!!
Maureen Herrrera Brenes ha dicho que…
Hola Estrellita, ¡qué linda sorpresa tu visita en el blog! Seguimos en la lucha por un mundo más tolerante.

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