Con los brazos abiertos
Este texto, como tantas otras cosas este año, estaba planeado para ser diferente. Nació en mi mente como un plan ambicioso con varias entradas a lo largo del último mes. No lo logré. Sin embargo, aquí estoy contenta, compartiendo con ustedes unas palabras para cerrar un año en el que en tantos ámbitos “se hizo lo mejor que se pudo”. Considero que mañana, 31 de diciembre, se vale levantar la copa (o el vaso de fresco o la jarra de aguadulce, lo que apetezca y se tenga a mano) para celebrar el esfuerzo y la entereza, y para dar gracias por todos los aprendizajes. También será el momento para recordar a los que han sufrido más que yo. Todos hemos tenido pérdidas este año y sin duda alguna la partida de un ser querido es de las más rudas. Sería hipócrita comerse la cena del 31 diciendo “aquí no ha pasado nada, todo ha sido pura ganancia, vamos para adelante”. Se vale dejarle una silla en la sala a la tristeza, es incluso deseable; siempre lo he sabido y lo recordé leyendo esta c...