“Mujercitas” y yo
Cuando yo era chiquilla oí hablar de una novela en que había cuatro niñas y una de ellas quería ser escritora. Alguna vez debo haber visto algo en la tele que remitía a un paisaje de invierno y a un papá que estaba peleando en la Guerra de Secesión. Con los años se me despertó una gran curiosidad por la historia. Supe que el libro se llamaba “Mujercitas”, pero no tuve la oportunidad de leerlo y, no tengo idea de por qué razones, tampoco me di permiso de buscarlo en la biblioteca.
Recuerdo que cuando mis hijos estudiaron a la autora en sus clases de literatura, me volvió a picar el gusanillo de la curiosidad. “Ya estás muy adulta, debe ser una historia para chiquillos y adolescentes”, me dijo la prejuiciosa voz interna que hace que uno se pierda de cosas buenas. Y una vez más me privé de leerla.
Incluso en alguna ocasión se la regalamos de cumpleaños a una compañera de la escuela de mi hija. Ignoro si le habrá gustado, pero a mí se me iban los ojos detrás de aquel libro (¿les ha pasado que cuando el regalo está envuelto casi que no lo quieren entregar?, ja, ja).
Y después de este recorrido, resulta ser que el año pasado vi en Facebook la noticia de que venía la película. Y, no sé por qué, pero me enamoré de esa imagen bellísima en la que solo conocía a Emma Watson y Saorse Ronan. Y entonces decidí finalmente leer el libro. El bichillo nerdo que vive dentro de mí me motivó a comprármelo en inglés, “para practicar”; pero confieso que la edición que conseguí no era bonita (y en el fondo a mí eso me desestimula, qué le voy a hacer). Yo quería el hermoso, de pasta dura e ilustraciones, pero como ya me lo había comprado el otro me negué la posibilidad de comprarme el bello en español.
Soy lenta leyendo en inglés. Así y todo, con su pasta suave, sus hojas en papel periódico y su tipografía antigua, decidí entrarle. Descubrí que la versión de apariencia feílla tenía una ventaja, una introducción escrita por una señora llamada Elaine Showalter, entre otras cosas activista, escritora y académica estadounidense. En su texto mencionó algo de lo que no tenía idea, la vida de Louisa May Alcott, y también su novela, tenían un trasfondo feminista.
Entre otras cosas, aprendí con doña Elaine que la autora no se ocultó tras seudónimos masculinos, como tuvieron que hacer las hermanas Brontë, que aunque desde la perspectiva del feminismo de hoy la vida de Jo como artista pudo ser distinta, vivió las posibilidades de su tiempo y, concluye la señora Showalter, la obra ha sobrevivido (se publicó en 1868) porque es “convincente a inspiradora”.
Solté el libro después de la introducción, entre otras lecturas que tenía entre manos. Sin embargo, ya se acercaba el estreno de la película. Así que decidí retomar.
Y alrededor de esta historia me empecé a dar algunos permisos adicionales a leerla. Planeé la ida al cine para no perdérmela y me acordé de la versión hermosa, con ilustraciones y pasta dura. “¡Qué varas las mías, la verdad que también quiero esa!”, y me la compré.
Es bellísima y parecía una niña el día en que retiré el apartado de la librería. Aquí voy, con esa lentitud mía para leer (y eso que me encanta), recién terminé el primer capítulo en inglés y sigue en español (para que no crean que lo de practicar el segundo idioma era un cuento).
¿Sí o no que está bella esta portada?
Y esta semana fui al cine con mi solidaria hija Lu que accedió a repetirla para acompañarme. Se dice fácil pero aquí me tuve que dar otro permiso también. Lu (que tiene una activísima vida social de adolescente) solo coincidía conmigo la noche de martes. Y resulta que yo soy un ser cuadrado y estructurado para ciertas cosas y para mí es una rareza eso de ir al cine una noche entre semana. Pero me ganó el temor de que me la retiraran de cartelera y me quedara sin verla. Y allá nos fuimos; yo con mi sospecha de que me podría dormir porque la noche anterior me había acostado muy tarde.
No pude estar más equivocada. ¡Qué película tan exquisita! El vestuario (por el que ganaron el Oscar), la música, la ambientación, la fotografía, las actuaciones y el guion (amé la forma en que la directora contó la historia). La película estuvo nominada además en las categorías de Mejor Película, Mejor Guion Adaptado, Mejor Actriz Secundaria (para Florence Pugh quien interpretó a Amy), Mejor Actriz (Saoirse Ronan, como Jo; ¡qué pedazo de actriz!).
Al final sucedió lo que nunca me había tocado presenciar en el cine (aunque lo he pensado, pero la extroversión no me alcanza para tanto): un pequeño grupo de gente aplaudió. ¡Qué cosa! Para vergüenza de mi hija adolescente, ineludiblemente me tenía que sumar. “Es que es una obra maestra”, susurré para justificarme.
Esta foto no hace justicia total; pero fue la mejor que encontré. Lo real es que las escenas de la playa parecen una pintura. |
En el camino de regreso a casa me vine pensando en la directora, Greta Gerwig, otra mujer admirable de quien ya había visto “Lady Bird”, también inolvidable. Al día siguiente estuve leyendo sobre ella en internet, ¡nació apenas en 1983! Tiene solo 36 años, porque cumple en agosto. ¡Cuánto más de ella nos esperará!
Benditas sean las dos. Louisa May Alcott por crear a esa Jo que nos inspira a todas la mujeres que escribimos, y Greta Gerwig por haber tenido las agallas de enfrentarse a una historia tan conocida y desarrollar un guion extraordinario.
Este es mi recuento con esta historia y los permisos que me he dado para llegar a ella.
Aún en este momento, al redactar esta entrada, me he dado el permiso de abrir tiempo para hacer algo que amo, como es escribir. No es cosa pequeña defender este espacio, contra avatares emocionales, de la vida doméstica y tanto distractor que aleja de lo que mucho nos importa.
Aún en este momento, al redactar esta entrada, me he dado el permiso de abrir tiempo para hacer algo que amo, como es escribir. No es cosa pequeña defender este espacio, contra avatares emocionales, de la vida doméstica y tanto distractor que aleja de lo que mucho nos importa.
Pensarán ustedes que este discurso alrededor del tema de permitirnos experiencias tiene que ver con mi condición de mujer. Sí, y no. Es cierto que la forma en que fui socializada me impulsa a ciertas negaciones, pero no dudo que el género masculino también tiene las suyas. Es que el patriarcado también jode a los hombres. Mi vida tiene hombres maravillosos y yo quisiera que ellos también se den los permisos que les corresponden. Así que este deseo del corazón va para ellos también. Mejores seres humanos, sin importar el género, a eso es a lo que aspiramos.
Y este es mi telón de fondo para deleitarme con la historia de estas cuatro chiquillas inolvidables, creada a finales del Siglo XIX y pertinente todavía hoy.
Nunca es tarde para cumplir sueños y saldar deudas. A mis 47 años estoy leyendo “Mujercitas” por primera vez.
Comentarios
Un abrazo amiga.
Saludos Jackie.