La fuerza de los que nunca se rinden


De todas las virtudes que puede desarrollar un ser humano, la perseverancia es una de mis favoritas. Me fascinan las historias de la gente que no se rinde y que se tira a la calle cada día para intentarlo una vez más. Esto explica por qué me aprendí de memoria una frase de Ovidio, el poeta romano, que dice: "la gota horada la roca, no por su fuerza sino por su constancia".

Tal vez cueste creerlo al estar rodeados de noticieros cuya primera opción son los asaltos y los accidentes de tránsito; pero hay relatos de perseverancia por doquier. En el escenario mundial es famosa la historia de Thomas Alva Edison, el célebre inventor, de quien se dice que efectuó más de mil intentos antes de obtener un filamento que no se fundiera, para que la bombilla incandescente funcionara.

Si buscamos en el entorno nacional, recién acabamos de ver como Andrey Amador, el primer centroamericano en correr el Tour de Francia, decidió llegar hasta el final y completar el recorrido. No se rindió ante una lesión y su tiempo no fue en lo absoluto bueno... pero llegó al final. Ricardo Salazar, el pastor de mi iglesia, cuenta con frecuencia la anécdota de cuando decidió recorrer la Ruta de los Conquistadores, prueba costarricense de ciclismo, durísima, quizá más dura de lo que él había calculado. Pero Ricardo decidió persistir, incluso ante la tentación del "camión escoba" que recogía a los rezagados. Para cuando llegó a la meta ¡ya ni siquiera había meta! No quedaba nadie, pero su premio fue llegar hasta el final.

La victoria del perseverante no está en el cronómetro. El triunfo está en la meta, en alcanzar el objetivo aunque haya de por medio mil intentos, a pesar de que otros dijeran "no se puede", "ya estás muy viejo", "es muy difícil", "eso no es para vos", "es muy tarde para volverlo a intentar" y otras expresiones más del decálogo de la derrota.

Cuando pienso en la perseverancia siempre, invariablemente, recuerdo cómo aprendí a manejar. Ya tenía más de 30 años, dueña de una motora gruesa que no ayuda, con la vida llena de compromisos y un horario complicado para practicar, perdí la primera prueba para obtener la licencia, la noche anterior a la segunda prueba el carro se varó... ¡Pero no me rendí! Aún hoy, después de varios años, me siento como una princesa cada vez manejo.

Si tiene un sueño ¡Abrácelo y no lo suelte! Llegará el día, y cuando ese día llegue, usted será una persona más fuerte, satisfecha, esperanzada y agradecida.

¿Y a cuenta de qué se me ocurrió escribir sobre la perseverancia? Pues resulta que Pamela, mi hermana menor, se graduó hoy de secundaria. No es fácil cuando se es casada, mamá y en un país que no es aquel en el que uno nació. Solo ella sabrá cuántos raspones tuvo en el camino, pero llegó a la meta.

¡Felicidades Pame, horadaste la roca!




Comentarios

Entradas populares de este blog

Día 3. La alegría de querer

Se vale soñar

¿A qué hora escribo si hay que ganarse el pan? (Rutina de escritora en América Latina)