La necesidad



Hace algunos años leí una entrevista al actor Daniel Day-Lewis y nunca olvidé que él llamaba a su vocación  “la necesidad”. Lo mío no es la actuación, es la escritura. Sin embargo, cuando me veo luchando contra el reloj, escribiendo en papelitos y libretas en cuanto rato tengo disponible y muriendo de satisfacción cada vez que logro avanzar unos párrafos en uno de mis relatos, sospecho que entiendo a qué se refería el actor irlandés. 

En el mundo de la creación artística hay algunas personas que viven de su quehacer, pero otros (decir la inmensa mayoría es un horroroso lugar común, pero totalmente cierto) reparten su vida entre el quehacer cotidiano y su pasión por bailar, cantar, tocar, pintar, esculpir, actuar o escribir. 

El pasado 6 de junio tuve contacto con otros apasionados como yo, cuando celebramos en el Archivo Nacional el Día Internacional de los Archivos. Dentro de las buenas vivencias de la jornada estuvo el contacto con los grupos artísticos que nos acompañaron para compartir su trabajo con el público: los universitarios bailarines de Danzú, los jóvenes de  la agrupación musical Fusión Uned, las niñas del grupo de chelos del Sinem de Curridabat y los bailarines folclóricos de Las Orquídeas, de la Asociación Gerontológica Costarricense (Ageco).

En nuestra institución el presupuesto es limitadísimo para muchas tareas, y la organización de esta actividad no escapa a esta realidad. Por esta razón,  no teníamos recursos para  pagar el precio de las presentaciones, que sin duda sería alto. Fue así como por puro ánimo de colaborar y compartir su trabajo, estos artistas hicieron malabares para estar a tiempo en la cita, ofrecer un espectáculo de calidad y recibir el aplauso del público. 

Uno sabe que detrás de cada presentación hay muchas horas de ensayo, y en este caso en particular, además,  cada quien corrió a su forma: los que se movilizaron en bus, los que tenían que salir corriendo para regresar a clases después de la presentación, los familiares que recogieron a las  niñas de la escuela y las dejaron en la tarima elegantemente vestidas y el bailarín folclórico que quedó atrapado en la presa bajo el aguacero y aun así llegó a la cita. El público, compuesto en su mayoría por adolescentes,  fue agradecido y generoso en aplausos y entusiasmo.

Me descubrí a mí misma preguntándome qué movía a estos artistas al compromiso con su arte y entonces me acordé de “la necesidad” de la que hablaba Daniel Day-Lewis. No vayan a creer que es un asunto figurado, metafórico, de meras palabras. De verdad es una necesidad  vital, y  si  no se llena por medio de la creación queda un vacío y la triste sensación de que algo falta para alcanzar la plenitud. Los que la han sentido saben a qué me refiero.

Hay muchas voces que tratan de acallar a este impulso. La  vida cotidiana, con su listado impertinente de obligaciones y compromisos, puede boicotear el esfuerzo y el entusiasmo. Pero yo soy de las testarudas confesas que creen que vale la pena insistir porque el premio es enorme: ser quien uno realmente es. 

El Señor, hacedor supremo que crea con solo pronunciar, hizo al ser humano a su imagen y semejanza, nos dice la Biblia. Así que si hay un momento en el que nos parecemos a nuestro hacedor es justamente cuando creamos.  

Por lo tanto, si usted forma parte de este club que se mueve entre la lucidez y la locura, que ensaya cuando el resto de la humanidad descansa, le animo a que no se rinda. Como novios ilusionados hay que agarrar cada día el pincel, la gubia, el lápiz, la computadora. Saltemos a la pista de baile, ensayemos el diálogo, afinemos el instrumento y calentemos la garganta. Estoy segura de que somos muchos. Además, este mundo caótico necesita de gente como nosotros, de nuestro entusiasmo, compromiso y esperanza.

Imagen: jóvenes de Danzú durante su presentación. Foto: Archivo Nacional de Costa Rica.

Comentarios

Isa ha dicho que…
No importa la edad, cuando hay una "necesidad" dentro de nosotros, que bulle y trata de encontrar su expresión y si no lo hacemos nos sentimos defraudados con nosotros mismos, hay que dejarla salir. Hallamos la satisfacción de "ser" y más cuando de esta manera podemos glorificar el nombre de nuestro Dios. Con tristeza digo, que los adultos, han perdido o no saben cómo dejar salir esta "necesidad". Bueno, sé todas las limitantes a las que se enfrentan, por esto...¡arriba la juventud!, je,je. Me ha encantado este post.
Saludos afectuosos.
Maureen Herrrera Brenes ha dicho que…
Gracias por tu comentario, Isa. De la edad mejor ni hablemos, ja, ja. Sin importar cuántas vueltas le hayamos dado al calendario, hay que seguir la vocación. Esta es una estupenda forma de traer felicidad a nuestras vidas. Saludos también para vos.

Entradas populares de este blog

Día 3. La alegría de querer

Se vale soñar

¿A qué hora escribo si hay que ganarse el pan? (Rutina de escritora en América Latina)