Jona

Esta semana fue distinta. Llovió como se espera en septiembre, hubo desfiles patrios como cada día 15 y afrontamos las carreras habituales de una familia de cuatro. Pero la rutina  fue sacudida por un hecho extraordinario: Jonatán, nuestro hijo mayor, cumplió 15 años.

Ya sé que la fecha es famosa alrededor de las chiquillas,  pero a estas alturas del siglo XXI ya hay permiso para que también sea fecha especial cuando se trata de un hombre, creo yo. Mi familia es un matriarcado. Hay hombres; pero las mujeres son más, y su peso es muy fuerte. Así que, ¡vaya desafío educar a un hombre! Es fácil quejarme del machismo alrededor; pero el lamento ya no sale tan fácil cuando mi trabajo de mamá incluye la responsabilidad de educar a un muchacho.

Llegará un momento en que no me necesitará, al menos no de la misma forma en que me necesita ahora. Y cuando esa ocasion llegue, querido Jona, le pido al Señor que Víctor y yo podamos echar a volar a un hombre integral, que se permita llorar y disfrutar de las flores, que no se sienta obligado a triunfar siempre y que pueda entender que su vida sigue adelante aun cuando el fracaso a veces toque a la puerta. Mi sueño es que seás un hombre que se vincule saludablemente con otras mujeres, que veás seres humanos más allá de los tacones o el maquillaje; que no salgás corriendo ante una novia que resulte muy inteligente y que podás entender que cuando las mujeres decimos “no”, significa “no”.

No sé si vas a querer casarte. Pero, si es así, me siento responsable ante la muchacha que llegará  a ser tu esposa. Espero ayudar a educar a un compañero solidario, que limpie la casa y sepa planchar, que se desvele cuando el bebé llora y sepa dónde se guarda el librito de las vacunas (aquí no hay escapatoria, tu papá ha sido un gran modelo).

La vida está llena de preguntas e incertidumbres, Jona, y la tarea de la maternidad no escapa a esta realidad. He aprendido a ser mamá a tu lado. Cuando naciste tuve que aprender sobre bebés y ahora estoy indagando por qué lado se le entra a esa cosa llamada adolescencia. Ya sea que resulte una mamá que aprende rápido o no, siempre estaré ahí para vos, siempre, no importa qué.

Me lleno de orgullo cuando veo tu talento para el arte y tus habilidades para la tecnología, cuando reconozco que el deporte es parte de tu vida y cuando lavás trastos aunque no te guste (seamos realistas, ¿a quién podría gustarle?). 

Me emociono en los momentos en que te veo batallando frente las cosas que te cuestan. Te he visto tragar polvo y volverte a levantar y seguir adelante. No te imaginás cuánto te va a servir esta característica a lo largo de tu vida.

Como mamá, cada cierto tiempo llega la pregunta “¿lo estaremos haciendo bien?”. Cuando observo la forma en que tratás a tu hermana, tu disposición a disculparte cuando metés la pata, tu capacidad para la ternura  y tu amor a Dios, creo que vamos por buen camino.

No te emocionés mucho pensando que te vas a librar de nosotros muy pronto (ja, ja),  todavía nos queda un buen trecho. Pero estoy segura de que el camino tendrá aventuras, lo que significa que habrá lágrimas y risas por igual. Es la vida… y de las cosas buenas que el Señor me ha permitido vivir, está el ser tu mamá. Es un privilegio.

¡Feliz cumpleaños, Macho!


Comentarios

Entradas populares de este blog

Día 3. La alegría de querer

Se vale soñar

¿A qué hora escribo si hay que ganarse el pan? (Rutina de escritora en América Latina)