Mayo, con M de Museos
Fotos y documentos. Parte de nuestra
oferta en Expo Museos.
Yo podría buscar algunas razones bien académicas por las cuales les podría recomendar visitar un museo, que suenen a profesora muy formal, como a clase de Estudios Sociales (aunque yo amaba esa materia). Sin embargo, quizá la mejor razón es porque en un museo uno puede pasarla bien y, de paso, aprender, sentir cosas, pensar. ¿Pensar? Sí, pensar. Tal vez sea una invitación un poco devaluada en tiempos de diversión fácil, tipo papa frita. Pero reflexionar puede ser una cosa muy llenadora y se puede llevar a cabo al mismo tiempo que uno se divierte.
Las personas tenemos mucho interés por saber cosas. Solo para darles un ejemplo, en Expo Museos dedicamos nuestro puesto al tema de la genealogía y no tienen idea de cuántas personas se acercaron interesadas en saber de dónde vienen sus apellidos, quiénes son sus ancestros, cómo averiguarlo.
¿A quién me parezco? Esa era la pregunta que había que
hacerse ante una serie de fotos del Archivo Histórico en
el puesto que diseñamos para Expo Museos. Nuestra
premisa era que los ticos somos multiculturales debido,
entre otras razones, a los procesos migratorios.
Porque un museo también emociona. Puede uno sentir nostalgia ante una obra de arte, rabia por una foto que nos golpea o desconcierto frente una instalación que nos parece rara; pero de que sentimos algo, sentimos.
Las exposiciones cuentan relatos y esta, se podrán imaginar, es una de mis partes favoritas. No siempre comparto la visión de mundo del que cuenta el cuento, pero de fijo hay un relato detrás. Y ese es un ejercicio maravilloso también… colocarse en los zapatos de quien tomó la foto, de quien ideó la museografía, de la gente que produjo el video. ¿Cuál es su punto de partida? ¿Cómo me lo están transmitiendo? ¿Por qué pensarán de esa forma?
Siempre hay un relato detrás de una exhibición.
"Pacífico. España y la aventura de la Mar del Sur" cuenta
cómo los españoles encontraron un océano nuevo, que era
desconocido para ellos y lo convirtieron en una ruta comercial.
Está en el Archivo Nacional hasta el 16 de junio.
Después de la feria quedé con ganas de más museo y me fui con mi hija al Nacional el fin de semana pasado. Lo disfruté mucho, desde las mariposas hasta el carruaje. Había bastante gente y me alegré de que no todos fueran extranjeros con su típico guía. Al final me surgió el pensamiento de que quienes montamos exhibiciones deberíamos hacer el esfuercito por crear junto con las salas espacios acogedores donde uno pueda quedarse un rato más, descansando, contemplando el jardín (como en el caso del Museo Nacional, que tiene uno tan bello), tomándose un café e incluso leyendo. Nos queda de tarea.
No puedo evitar pensar que la Feria del Libro se acerca. Evidentemente habrá muchos sitios para comprar libros; pero qué hermoso sería que hubiera muchos sitios para leer, con silloncitos cómodos, alfombras y una linda iluminación. Desde aquí le hago un guiño a los organizadores. Quién quita y los lectores tenemos suerte. Pero bueno, ese es otro tema.
Por el momento, anímese, gástese un sábado o una tarde, o una noche de Art City Tour visitando un museo. Démonos permiso de pensar y de sentir, hay relatos interesantísimos esperando por nosotros.
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