Vacaciones libreras
Observé a la gente en el bus, casi todos con sus audífonos. Una señora conversaba animadamente con el chofer y una muchacha abrazaba a su bebé recién nacido que viajaba plácido en el cargador. ¿Cuántas de estas personas irán a visitar la Feria del Libro? ¿Serán gente que lee? ¿Sabrán que San José va a ser sede de esta fiesta literaria? No lo pude evitar, recordé que con frecuencia estoy en el bando de los raros, o al menos en el grupo del 43,2% de los costarricenses que se autodenominan lectores, según datos de la Encuesta Nacional de Cultura de 2016.
Cuando el bus pasó frente a la Antigua Aduana observé los carteles que indicaban que ya había empezado la Feria Internacional del Libro (FILCR) y el Festival Centroamérica Cuenta (CAC). Susurré mentalmente: "en la tarde nos vemos".
La semana pasada me di permiso de pasar cinco días entregada a esa pasión llamada literatura, que cada día es más fuerte en mí. Como pasa con el vino, dicen, y como sucede en los buenos matrimonios, digo yo, con los años el asunto mejora y el amor es más fuerte. En ediciones anteriores me enteraba por internet de la realización del Festival Centroamérica Cuenta en Nicaragua, con toda la añoranza y un deseo secreto de estar allá. Así que cuando anunciaron que el festival venía para Costa Rica, programé vacaciones. De los regalos que me he dado este será, por mucho, inolvidable. Va para la repisa de los momentos que han marcado un hito en mi vida.
Escribo este recuento para mí misma, porque no quiero olvidar, y también para los otros amigos de este vecindario cibernético que, al igual que yo, liberan endorfinas con solo pronunciar la palabra "libro".
¡Amigos que compartís mi locura, acompañadme en las siguientes líneas!
Días para aprender
Costa Rica carece de un sitio formal donde una persona se pueda formar como escritora. Me duele el solo pronunciarlo. Los bailarines tienen el Taller Nacional de Danza y la Universidad Nacional; los artistas plásticos, las universidades y la Casa del Artista; los músicos, el Sistema Nacional de Educación Musical (Sinem), las Universidades y el Centro Nacional de la Música, solo por picar con algunos ejemplos. ¿Y quienes queremos escribir? Bien, gracias. Las oportunidades de aprendizaje son realmente escasas, así que se aprovecha y agradece la apertura de espacios.
El lunes y martes fui al taller "La tentación del fracaso: o cómo enfrentar resistencias y miedos a escribir" con el peruano Jeremías Gamboa. Honestamente, los días del miedo y el bloqueo quedaron en algún rincón de 2018, pero el tiempo con este escritor me dejó una guía de luces en el camino para seguir recorriendo este bosque. Y otra cosa, ¡me sentí tan acompañada! Quienes escribimos somos, en muchos escenarios, la gente rara, los locos. Pero aquí, en este contexto, todos éramos de los mismos.
Aquí, con Jeremias Gamboa. Nos mostró la cocina de su escritura por dentro, y eso se agradece. |
Ya me lo había adelantado Carla Pravisani, mi profesora del taller de cuento, cuando me dijo que estos espacios eran muy valiosos para encontrar a la gente de uno, al mismo gremio. Me sentí absolutamente parte de la tribu.
El viernes tocó el turno del taller de micro ficción, con María Augusta Montealegre, de Nicaragua. Aprendimos y "tallereamos", y quedé con tarea para la casa. Pero creo que lo que de verdad se me va a quedar en las memorias es que entre los participantes tuvimos dos compañeros de 80 años. Dios escuche mis plegarias y a los 80 esté yo en ese estado. A don Carlos, de Nicaragua, no resistí la tentación de preguntarle:
-- ¿Y cómo llega uno a esta edad así de bien?
Primero me preguntó cuál deporte practicaba ( ¡Rayos, las tenis siempre son parte de la receta!) y luego me compartió su consejo:
-- Le voy a decir cuál es, Maureen. Hay que estar tranquilo.
Tomo nota.
Con los compañeros del Taller de Microrrelato. Foto de los organizadores |
El factor Nicaragua
Fue tanto el entusiasmo de tener a Centroamérica Cuenta en Costa Rica que casi por un momento olvidé las razones por las que el Festival se vino para acá. En la inauguración las alusiones de las autoridades y del mismo don Sergio Ramírez me las recordaron.
Y en el taller de Jeremías Gamboa una compañera se presentó así: "yo soy artista visual nicaragüense y estoy exiliada en Costa Rica por los hechos del año pasado en mi país". Y una exposición en el vestíbulo del Teatro 1887 terminó de recordarme, por medio de fotos, lo que sucede apenas a kilómetros de mi casa.
Tan cerca y tan lejos. Duele Nicaragua |
A veces se nos olvida. A veces estamos tan cerca y a la vez tan desconectados. Lo dijo Anacristina Rossi en uno de los conversatorios, nos cuesta encontrar en Costa Rica las obras literarias de los otros países centroamericanos. Su idea de que en las librerías haya un pequeño espacio para literatura centroamericana de verdad que ilusiona.
"Nicaragua, Nicaragüita", cantaron Luis Enrique y Luis Enrique Mejía en la última actividad de Centroamérica Cuenta. A mí se me desata la nostalgia y la rabia de pensar en los que aportaron su vida para botar a Somoza, para que quienes les sobrevivieron atestigüen ahora lo que hace Ortega. Y me acuerdo de Lucía Pineda en prisión. Y me resurge el cariño por Nicaragua, sembrado en los amigos nicas que en algún momento acompañaron mi camino y por la ascendencia nica de mi esposo y de mis hijos.
Inolvidable la crítica de Ramón Mejía "Perrozompopo" en la exposición "Objetos con historia", cuando rememora que mientras las élites de la revolución tenían comida abundante en la mesa, en otras casas, como en la suya, la puerta de la refri tenía un candado porque había que racionar los alimentos.
Inolvidable la crítica de Ramón Mejía "Perrozompopo" en la exposición "Objetos con historia", cuando rememora que mientras las élites de la revolución tenían comida abundante en la mesa, en otras casas, como en la suya, la puerta de la refri tenía un candado porque había que racionar los alimentos.
Que llegue el amanecer para los hermanos del norte.
Por cierto, solicitud especial al Centro Cultural de España en Costa Rica: la exposición me pareció estupenda, ¿no podrían montar una versión virtual, accesible mediante internet? Queda uno con ganas de volver a disfrutarla, despacio.
Las mesas
¡Cuánta gente admirable reunida en un mismo tiempo y espacio! Hubo nombres familiares para mí: Gioconda Belli, Angeles Mastreta, Ana Cristina Rossi, Sergio Ramírez, Catalina Murillo... Pero tantos, tantísimos, a quienes no conocía.
-- Ma, ¿por qué sigue comprando libros si tienen tantos nuevos sin leer?-, me preguntan honestamente con frecuencia mis hijos, tratando de veras de comprender esta necesidad mía.
Yo trato de explicar, invariablemente. Y ya mejor no pienso en la lista de pendientes porque al árbol le salieron ramas nuevas después de esta semana. Quedé en la mochila con nuevos nombres a los que quiero perseguir cuanto antes, mínimo en Wikipedia: Guadalupe Nettel, María Fernanda Ampuero, Benito Taibo, Edurne Portela, Jeremías Gamboa, Héctor Aguilar Camín, ¿Habrá algún mecenas dispuesto a mantenerme para que yo me dedique a leer y escribir por el resto de mis días? O mínimo pegar el acumulado de la lotería, digo yo...
Disfruté mucho los conversatorios y recordé algo que como comunicadora ya sabía: un buen moderador vale oro. Lo digo porque, opino yo, no todos cayeron en esa categoría. Y qué injusticia reunir a gente tan requetebuena y no cuidar al máximo los hilos de la conversación.
Hubo mesas buenas... y esta: "En defensa de la ficción". De izq. a derecha: María Fernanda Ampuero (Ecuador), Benito Taibo (México), Angeles Mastretta (México) y Edurne Portela (España). |
Nuevos libros, nuevos itinerarios
Entre varios, la FILCR me dejó con nuevos inquilinos del estante en libros por leer. "Moronga", de Horacio Castellanos, había entrado a la lista de hace varios meses, cuando leí una reseña en el Semanario Universidad. "Museo Animal", de Carlos Fonseca lo compré para conocer la obra de este autor costarricense que confieso no sabía que existía. ¡Y tan joven! Qué bien, larga vida para este escritor.
La noche del miércoles el cielo se abrió en dos y cayó en San José agua, de verdad lo que se llama un baldazo. Si nuestros visitantes extranjeros nunca habían vivido un aguacero tropical, ese no lo olvidarán. Poco antes de las 7, quedaba una llovizna. El diluvio había pasado y mientras se escurría por las alcantarillas me dirigí al Museo Calderón Guardia donde "Los tres editores" presentaban "Trayéndolo todo de regreso a casa", con el autor incluido.
Fuimos poquitos, pero benditos. A la presentadora Catalina Murillo le pasaron las mías (ja, ja, no estoy sola en este mundo) y cuando pensó que había descubierto a un autor maravilloso que iba a develar para el público, se dio cuenta de que Patricio Pron era también el Premio Alfaguara 2019. Fue muy grato escuchar al autor fuera de la alfombra roja de semejante galardón, con la humanidad que imponen los pies que confesó tener empapados (él y los demás editores; Catalina quizá no, porque andaba botas). Quedé motivadísima a empezarlo cuanto antes y, ¡qué vicio terrible!, ahora siento que no es que quiero, es que necesito, los otros libros que Los Tres editores han publicado en Costa Rica. No me juzguen, es que son verdaderas joyitas.
Plata bien invertida, sin duda. Gracias al Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), a la Cámara Costarricense del libro, a Centroamérica Cuenta y al Centro Cultural de España en Costa Rica. Comentario aparte para el MCJ: ¿Cuándo la entramos a la creación de una escuela para escritores en Costa Ria?
Estar en casa
Sé que me quedan comentarios en libreta (es literal, llevé cuaderno): las palabras del presidente Carlos Alvarado en la inauguración al confesar que nunca manifestó el sueño de ser Presidente pero sí escritor, la imagen de los papás de Ulises Juárez recogiendo el reconocimiento y el dolor de se haya ido tan pronto, el III Concurso Centroamericano de Literatura Infantil, el trabajo hormiga de las editoriales independientes y ni qué decir la sorpresa que me causó la agresividad de Martín Caparrós (habrá que leerlo, en vez de escucharlo).
Pero voy cerrando que si ya me acompañaron hasta aquí me puedo dar por más que satisfecha; mejor no tentar la suerte.
Pero voy cerrando que si ya me acompañaron hasta aquí me puedo dar por más que satisfecha; mejor no tentar la suerte.
Como les conté antes, Carla Pravisani me advirtió lo bien que hace juntarse con la gente de letras, con los del barrio.
Fue una profecía cumplida en mí. Ahí, ante ese montón de desconocidos, amantes confesos del mundo de las palabras, me sentí absolutamente en casa, arropada por el gremio, acogida por una querida Karla Sterloff que siempre me hace las mejores recomendaciones de lectura y con el champucito de cariño de una María Montero que me dijo "¡Qué bueno que estás escribiendo!". Sororidad pura, también en la comunidad literaria.
Les confieso, no sé exactamente a dónde me llevará este camino; pero sin duda alguna es el que quiero recorrer en los próximos años de vida que Dios me de. Solo quiero escribir cada día, con gozo, sin desesperación, y ver a dónde me lleva la corriente. Espero que sea a las manos de un lector.
Comentarios
Tu experiencia con la lectura me recuerda la de una amiga, que adquirió el hábito adulta. Es mucha la ganancia cuando uno disfruta leer. ¡Bienvenida al club de los fiebres! Un abrazo,
Melina Cerrato