A la mañana siguiente

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Costa Rica abunda en diversidad, y esto no aplica solo a imágenes con monitos y tucanes, orquídeas y bosques. En 51 mil kilómetros cuadrados hay espacio para todo el mundo, y la etiqueta que más nos debería importar hoy es la de #ticos. 

Durante mis años del cole tuve dos amigas del alma, una era católica, la otra Testigo de Jehová y yo evangélica. 

De mi primer trabajo, hace más de 20 años, me quedó un grupo cercano que yo llamo “las chicas del museo”; somos amigas hasta el día de hoy. Hay diferentes visiones de la espiritualidad entre nosotras, y el respeto mutuo ha sido siempre un componente  muy importante en nuestra relación. En pocos grupos me he sentido tan amada y aceptada como entre ellas. 

¿Y la familia? Tenemos de todo: gente soltera, casados una vez, casados en segundas nupcias y en unión libre. Cuando nos reunimos, la mesa se convierte en metáfora: hay alérgicos, diabéticos, semi vegetarianos, intolerantes a la lactosa y melindrosos. El resultado es que el menú es variado y nunca nos hemos dejado de juntar por razones alimentarias. 

El 1° de abril por la noche Costa Rica tendrá un nuevo presidente. Un grupo habrá ganado y el otro habrá perdido. Pero si hay algo cierto es que el 2 de abril todos deberemos volver a la vida real después de la pausa de la Semana Santa. Habrá que trabajar y sacar el país adelante. 
Si ganamos, estamos llamados a celebrar con altura y con consideración por quienes apoyaron al otro partido. Me explico: nada aportaremos a la causa si le sacamos la lengua al bando contrario y le decimos “¡lero, lero!”. 

Si perdemos, deberemos aceptar el resultado final con entereza, que para eso es la democracia. 

He sido funcionaria pública desde hace más de 20 años y, ya sea que gane o no mi candidato, tengo gran respeto por la investidura presidencial. Pasaré cuatro años refiriéndome a alguno de ellos como “don Fabricio” o “don Carlos”. 

No soy ingenua. Sé que no será fácil superar la fractura con la que quedamos; pero esa justamente debe ser nuestra aspiración. Habrá que rebuscar en lo profundo de nuestro corazón, en los valores con que nos educaron, en lo que haya quedado de las clases de Cívica y en esa emoción que sentimos en septiembre cuando cantamos “La Patriótica” o “Soy tico”. 

En alguna parte de nuestra historia y de nuestra mente todos tenemos una dosis de bondad y es bueno irla preparando para el 1° en la noche y para los años que vienen. Requerimos solidaridad, inclusividad, perdón, tolerancia, ternura y amor los unos por los otros. Estamos jodidos si queremos imponer nuestra visión de mundo al resto de la colectividad. Esto solo se saca adelante con respeto, negociación, persuasión y – también, así suene muy poético- con amor. 
¿Y qué hacemos con las voces del odio, me preguntarán ustedes? Por lo pronto, creo que la mejor estrategia es ignorarlas. Hay mucho trabajo por delante, como para atrasarnos en disputas tontas. Además, para que una discusión tenga sentido se debe llevar a cabo con alguien que esté a la altura, y la gente irracional no entra en esta categoría. 

Al país lo tenemos que sacar adelante entre todos, con mucho mucho trabajo y esfuerzo.  Siempre habrá puntos de polémica y la que hemos enfrentado en estos días es fuerte, ácida, espinosa. Pero tendremos que poner el foco en las ideas comunes. Somos como una familia que tuvo un pleitazo por la noche pero al día siguiente se le inundó la casa. ¿Quién quiere seguir peleando mientras lava el barro, escoba en mano?

No es mala idea visitar el diccionario, es en serio, y buscar el significado de algunas palabras: democracia, respeto, empatía, bondad, reconciliación. El primer paso será leer la definición; el segundo, aplicarla. 

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