La lucha que nos toca



Regularmente hago ejercicio, pero no siempre logro pescar la clase de baile que es, por mucho, mi favorita. Sin embargo esa noche lo logré, y llegué con toda la ilusión de disfrutar de  un tiempo para mí, y no en función de nadie más, al ritmo de salsa, bachata y samba. Me acomodé en la segunda fila, con la expectativa de disfrutar la clase con el nuevo instructor. Por ningún lado vi venir lo que pasaría luego.

“¿Dónde están las solteras? ¿Dónde están las casadas?”.  A mí me pareció nada que ver.  ¿Qué les puedo decir?, no lo niego, ese tipo de frases me caen malísimo. Sin embargo decidí guardar mi lado grinch y  darle el beneficio de la duda al nuevo profe. Apenas empezaba el calentamiento.

Pero luego el asunto se fue complicando: 
- Con este movimiento se pueden imaginar seduciendo al marido. 
- Muévanse, como con la emoción de la primera noche. 

Y entonces yo me salí de mi trance musical para prestar atención a la “guía” del instructor. Hubo muchas alusiones de carácter sexual, más chistes relacionados con el tamaño de los senos y de las nalgas y ya entonces se me fue la concentración. “¡Ay, no! Esto no puede ser verdad”, me repetía yo a mí misma. 

¿Y qué les digo de la banda sonora? “Soltera, dame arepa”, “Siente el choque“ y otras letras de las que prefiero no acordarme. “¿En qué estará pensando este muchacho mientras dirige la clase?”, pensaba yo una y otra vez. Miré el entorno y me tranquilicé al notar que todas éramos mujeres adultas… pero entonces vi al fondo a dos chicas adolescentes. Y me acordé de mi hija que tiene 14 años, y me volvió a entrar el coraje.

Y pensé en los expuestas que estamos todas, pero sobre todo las más jóvenes. Si hasta fueron víctimas las chicas del equipo de gimnasia de Estados Unidos (no cualquier equipo, ¡era el que iba para las Olimpiadas!). 


 Y entonces, ahí sí es cierto, ya no me puede concentrar más. Mientras bailé de forma mecánica se me fue la mente pensando en las grandes y pequeñas luchas que hemos tenido que dar las mujeres. Pensé en cómo hoy, a pesar del camino recorrido, el machismo se acomoda agazapado en los rinconcillos de la vida cotidiana y nos manda el filazo cuando menos lo esperamos… como en una clase en el gimnasio. 

En este 8 de marzo, cuando conmemoramos las luchas de las mujeres, sé que algunas alzarán la voz por asuntos muy rudos, fuertes, por temas que ponen en peligro su propia vida. De repente mi protesta por el machismo de un instructor de baile suene como una tontería. Pero en el fondo es algo importante, es la vida cotidiana y los pequeños gestos de machismo que la siguen salpicando. Son tan sutiles, tan camuflados, que hasta cuesta identificarlos. “Micromachismos”, le llaman algunos. 

A cada persona nos toca asumir los desafíos de nuestro tiempo. No desfilé  con las sufragistas, pero hoy tengo el reto de aprender, de educarme, de cuestionar la forma en que he vivido. Me corresponde, con mi esposo, educar a hijos con una visión más sana y equitativa de lo que significa ser hombre y ser mujer. Y, en el cortísimo plazo, tengo la responsabilidad de conversar con la gente del gimnasio. 

En el fondo estoy más sorprendida que molesta con el joven instructor. Corrección, la verdad sí estaba furiosa; hasta me fui antes de terminar la clase. El punto es que conservo una cuota de empatía para con el profe.  Si él se apunta (de eso estoy totalmente convencida), él también puede educarse y conocer una nueva forma de mirar el mundo. Yo misma estoy recorriendo ese camino de aprendizaje. 

Todos, mujeres y hombres, podemos crecer, aprender, educarnos. Claro que no es fácil; pero es posible. En nuestra mano está la posibilidad de cambiar y dejar mejor herencia a quienes vienen detrás. 

Comentarios

Laura Casasa ha dicho que…
Ciertísimo... Y el reggaeton no ayuda para nada.
Jackie ha dicho que…
Excelente amiga, bien dicho. Un abrazo!
Maureen Herrrera Brenes ha dicho que…
Gracias, Laura y Jacqueline por sus valiosas opiniones. Un abrazo a ambas, mujeres que admiro mucho.

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