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¿Qué le trajo el Niño?

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Cuando yo era niña el 25 de diciembre era “el” día de la Navidad. La mañana del 25 recibíamos los regalos y tengo el recuerdo de despertarme en la madrugada, sin que hubiera salido el sol y susurrar con mi hermana Adriana: “¿Nos levantamos ya?”, “Mejor esperemos un ratito, todavía es muy temprano”. Cuando finalmente nos tirábamos de la cama a hurgar debajo del árbol casi no podía ni respirar de la emoción. El resto del día era frecuente que me preguntaran, “Maureen, ¿qué te trajo el Niño?”  Y ese era el momento propicio para mostrar mis tesoros navideños. (Paréntesis obligado: en Costa Rica los regalos no los traen Santa Claus, Papá Noel ni los Reyes Magos; es el Niño Dios). Esa pregunta me ha tenido pensando en estos días, justamente para alimentar esta entrada del blog. Mi primer pensamiento  fue dar gracias al Señor por los milagros de la vida cotidiana. El contentamiento es un gran regalo que me permite salir a dar una caminata y observar extasiada estas montañas que tant

Trabajar con el corazón

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¿Cuántas tareas acomete usted desde el fondo del corazón? Como decía una persona muy querida, “desde las entrañas”. Yo tengo varios puntos en esa lista, y mi trabajo en el Archivo Nacional de Costa Rica es uno de ellos. Hace cinco años empezó esta aventura. Mi puesto anterior era hermoso, pero necesitaba cambiar. Quienes han experimentado el sentimiento saben a qué me refiero.  En mi búsqueda de nuevas opciones cayó en mis manos la descripción de la plaza en que hoy me desempeño.  Sin muchos detalles adicionales, y sin siquiera conocer el escritorio en que me iba a sentar, me enamoré de esa tarea. Entonces quemé las naves y me fui para el edificio en forma de platillo volador  a vivir una nueva aventura profesional. ¿Qué imagen se le viene a la mente  cuando escucha la palabra “archivo”?  Me gusta hacer esta pregunta al público que atiendo en las visitas guiadas porque yo misma me enfrenté al ejercicio. En ese momento llegaron a mí imágenes de documentos históricos, en color

Mi lugar seguro

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Bienestar. La palabra me persigue en mis revoloteos por internet. Salud, descanso, relajación, autorrealización, plenitud. ¿A quién no se le antojaría este coctel? Cuando reviso la lista no puedo evitar pensar en lo mucho que se han transformado los anhelos en los últimos años, al menos para las personas de mi entorno más cercano. No creo que mis abuelos se hayan detenido a pensar si estaban realizados o no, o que mis tías hayan soltado un rato la escoba para reflexionar sobre cómo logar vidas más plenas. Los tiempos cambian y hoy parece que la humanidad va detrás de la felicidad… al menos según se entiende en estas épocas. El fin de semana me asomé al canal alemán DW y me encontré con un programa titulado “En forma” . Me identifico con los reportajes que hablan sobre la importancia del descanso y la incorporación del ejercicio a la vida cotidiana, desde las bondades de las frutas hasta el valor del silencio aderezado por el canto de pajaritos. En el periódico La Nació

Frente al espejo

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Decir que los días de Semana Santa son quietos es casi una redundancia. Pasé varias semanas esperando esta pausa, pero una vez que llegó me sentí un poco perdida. ¿Cómo llevar el día cuando no debía contabilizar cada segundo? ¿En qué invertir mis pensamientos y mis fuerzas si no tenía una lista de pendientes para el día siguiente? Tuve oportunidad de pasar tiempo con mi familia y eso siempre es un regalo. Aproveché para coser aquellos bolsitos que empecé en Navidad. Leí. Moví algunas plantas de lugar. Subí a la caminadora... Sin embargo, al final del día quedé con alguien a quien no escuchaba hace tiempo: conmigo misma. La imagen que me miró al otro lado del espejo me hizo preguntas que yo, a duras penas, torpemente, pude responder. Me preguntó por mis tareas de escritora, por mis rutinas de ejercicios, por el tiempo con los amigos, por la existencia de auténticos amigos... Ese negocio de estar conmigo misma es todo un arte. Volví a pensar en las preguntas fundamentales: ¿qué

Caminantes

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Es una foto viejita, pero apropiada para la ocasión: mi mamá, mis hermanas y yo. Soy la del collar, haciendo muecas =) Mi familia está repleta de mujeres, cada una con sus historias y desafíos. Mis abuelas conocieron un tiempo en que tener senos era sinónimo de estar relegadas a la vida doméstica, aunque eso no le impidió a mi Tita Carmen trabajar siempre fuera de casa para mantener el hogar. Mi mamá y mis tías vivieron los convulsos 70´s, en un ambiente más ¿libre? Habría que esperar una generación más, a la mía, para acceder a otros espacios. Yo fui la primera persona de mi  familia, hombre o mujer, tanto por la línea materna como por la paterna, que se graduó en la universidad. Lo digo con gratitud, reconociéndome, de alguna forma, heredera de los sueños de las Brenes, las Mora, las Burgos y las Herrera. Me encanta ser mujer, aunque no ha sido fácil. He pasado por varios estadíos:  la niña estudiosa, la buena, la obediente; la transgresora, la incómoda; la complaciente, la