Frente al espejo

Decir que los días de Semana Santa son quietos es casi una redundancia. Pasé varias semanas esperando esta pausa, pero una vez que llegó me sentí un poco perdida. ¿Cómo llevar el día cuando no debía contabilizar cada segundo? ¿En qué invertir mis pensamientos y mis fuerzas si no tenía una lista de pendientes para el día siguiente?

Tuve oportunidad de pasar tiempo con mi familia y eso siempre es un regalo. Aproveché para coser aquellos bolsitos que empecé en Navidad. Leí. Moví algunas plantas de lugar. Subí a la caminadora...

Sin embargo, al final del día quedé con alguien a quien no escuchaba hace tiempo: conmigo misma.

La imagen que me miró al otro lado del espejo me hizo preguntas que yo, a duras penas, torpemente, pude responder. Me preguntó por mis tareas de escritora, por mis rutinas de ejercicios, por el tiempo con los amigos, por la existencia de auténticos amigos...

Ese negocio de estar conmigo misma es todo un arte. Volví a pensar en las preguntas fundamentales: ¿qué quiero?, ¿qué necesito?, ¿hacia dónde quiero avanzar? Me dí cuenta de que había mandando mi brújula interna al fondo de un cajón cubierto de informes, citas, listas de tareas y obligaciones.

Ah,,,, pero la parte buena es que me enteré. Busqué mi brújula, ¡y aún existe! La saqué con cariño, la sacudí y la coloqué en una repisa especial. "Sí es cierto, esa soy yo... No me acordaba..."

Por mucho tiempo, en una vida anterior, pensé que dedicar energía a mí misma y a mis necesidades era una acto egoísta y poco espiritual. Sin embargo, hace algunas años me reencontré con un texto bíblico conocido, y lo volví a leer, con un nuevo subrayado: "... amá a tu prójimo, como a vos misma".

Dios ha sido bondadoso y me dio un regalo especial en estos días: conexión conmigo misma. No sé ustedes, pero para mí ese ejercicio no siempre es placentero.

Me figuro como una oruga a la que le estiran dolorosamente cada ligamento antes de ser una mariposa. Pero, ¿saben qué? Quedé hermosa, con unas alas azules, brillantes. 

Espero que me duren mucho... hasta la próxima metamorfosis.

Hay un tiempo para todo, dice Eclesiastés. Y estos días fueron para cuidar de mí.  La imagen frente al espejo vuelve a ser familiar.

¡Qué lindo! Me siento agradecida.

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