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Celebrar la Patria

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Imagen tomada del Facebook de la Municipalidad Vásquez de Coronado Yo pude haber nacido en una isla lejana del Océano Pacífico, en la Patagonia o en alguna ciudad de África. Pero no, mi vida en este planeta me tocó en Costa Rica, 51 mil kilómetros cuadrados de una tierra verde con bosques, montañas y volcanes. Suena como anuncio de turismo, pero qué le vamos a hacer si así de hermosa es esta tierra.  Y resulta que hoy, justo hoy hace 200 años, empezó un proceso que nos separó de la corona española y nos enrumbó a construir la Nación que hoy somos. Entre tanto acto oficial, pandemia de por medio, yo me vengo a este rinconcito personal construido de palabras para cantarle feliz cumpleaños a mi Patria, así, a mi estilo. 

¡Necesito parar!

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Imagen tomada de Wikimedia Commons Ya tenía pensado el tema para la siguiente entrada del blog, uno que me apasiona. Y entonces sucedió. Simone Biles dijo “No puedo más”, y yo la amé. Así que el texto que tenía planeado quedó para la siguiente vez porque es inevitable referirme a esta mujer que sigue siendo causa de tantísima admiración.

Adentro y afuera, de recogimiento y multitudes

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Un rinconcito de mi patio Estar en casa es para mí un deleite. No obstante, aún para la gente casera como yo, la pandemia se empieza a volver impertinentemente larga. Paso los días en un subibaja de emociones: a veces me derrito viendo las nuevas flores del jardín y otras deseo agarrar el carro y manejar a cualquier lugar a vivir un poco de anonimato entre el tumulto. Así va esta entrada: de claros, oscuros y grises. 

Mujer de barro

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Soy una mujer de barro.  Tiemblo ante la lluvia,  ante los colores del cielo y con la explosión de vida del jardín. Ardo de rabia cuando me tiran un carro encima al manejar,  y para colmo me insultan solo porque soy mujer. Leona en la puerta de mi casa.  También niña.  Niña frente a un recuerdo,  ante las luces de Navidad  o al visitar una librería.  De acero y de barro al mismo tiempo.  Hay días en que la vida pesa.  Y entonces me derrumbo y desearía no haber nacido, o haberlo hecho en la forma de un bichito  o de una mata de chayote. Es que el dolor, a veces, puede ser muy grande,  enorme.  Entonces abro mis compuertas.  Y protesto. Y grito y zapateo.  Y escalo a las puertas del cielo para tumbarlas a golpes.   Hay días… Pero ninguno de ellos es eterno. Al siguiente vuelvo a respirar me levanto otra vez y creo en la vida, una vez más. 

Un viaje en el tiempo vía Gmail

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¿Qué encontraríamos en el pasado si lo visitáramos un rato? Sería muy romántico si les dijera que me puse a la leer las páginas manuscritas de un diario de adolescencia. Pero este no es el caso. El viaje a mis ayeres nació porque cuando entro a mi cuenta de Gmail aparece indefectiblemente un mensaje necio que dice: “14,07 GB ocupados de 15 GB (93%)”.  En mi afán de limpiar mi buzón (infructuoso, he de decir, porque voy al paso de las tortugas), me enteré de que mis primeros mensajes databan de 2007. En la revisión que llevo hasta ahora me he topado con fotos de momentos que no recordaba, fantasmas de amigas que ya no están y la sensación horrible de los mensajes de enero de un año en el que sabía me aguardaban experiencias muy dolorosas.  Pero también me he dado mis porras, mirando a la Maureen que hace 10 años se animó a cambiar de trabajo. ¡He aprendido tanto desde entonces! De todo lo que me habría privado si me hubiera detenido por miedo. Hay una frase cliché que circula en interne