En busca de la paz…


Sería hermoso sentirme siempre así, como viendo este paisaje. 


“Usted debe aprender a estar más tranquila, Maureen”, me dice el  doctor.

Ajá... No lo he escuchado de un solo médico, me lo han dicho varios. Suena muy interesante, sobre todo cuando el consejo va acompañado  de una explicación sobre lo mucho que gana mi cuerpo si estoy en equilibrio emocional, en paz. ¡Qué lindo suena! ¿Y el manual de instrucciones? ¿Me lo pasan, por favor?

Ah, ¿cómo? Que mala noticia, ¿no tienen manual?

Así mismo, como lo oyen. La consulta médica no incluyó una receta que dijera, “una cucharada diaria del manual de tranquilidad”.   El mismo médico admitió que no es un  fácil para una mujer que trabaja fuera de casa, es mamá y esposa (y aunque el doctor no lo sabe,  puedo añadir a la lista un par de cosas más).

A veces me esfuerzo mucho, pero no funciona;  esforzarme para tener más paz justamente me la roba, agota. Pero no me he querido dar por vencida, así que este 2017 ha sido para mí el año de aprender a vivir mejor. La tranquilidad es solo uno de los temas. También quisiera perder peso, hacer ejercicio y dedicar más tiempo a la vida social.

Si alguien tiene consejos que han resultado efectivos, se agradece altamente que los comparta. Por el momento, les cuento un poquito sobre mis aprendizajes, que espero sean más  y mejores para finales de año, pues apenas estamos en marzo.

1. Estoy aprendiendo a no quedarme tardísimo en la oficina. Difícilmente salgo a diario a las 4 en punto, pero si me voy poco la ganancia es enorme. Esta es una decisión determinante, pues me ayuda a no llegar tan tarde a casa, acostarme a buena hora y tener energías para levantarme temprano al día siguiente a hacer ejercicio. A veces tengo la tentación de volver a los malos hábitos y entonces recuerdo esta entrevista que le hicieron a Germán Retana y se me pasa (soné como el meme de la Rana René).

2. Si logro salir de la casa 15 minutos antes de mi hora habitual, logro hacer el recorrido más tranquila, me da chance de disfrutar la vista de las montañas y no me transformo en un bicho peludo cuando me toca ir un tramo del camino detrás de un bus o una vagoneta. La idea no es original mía. Me la robé de Sixto Porras.

3. Sigo luchando por hacer ejercicio.  ¿Cómo decirlo sin que suene a lugar común? El ejercicio es buenísimo para todo, es un regalo de Dios. En mi caso, indefectiblemente me hace sentirme más feliz, optimista. No crean que hago algo extraordinario. Mi esfuerzo en este momento llega a una caminata o a una clase de zumba y yo no me canso de admirarme que estos minutos al día me hagan tanto bien. No me es fácil sacar el rato, pero no me doy por vencida.



Es impresionante lo que unos minutos de ejercicio al día le aportan a mi bienestar. 

4. Una de las cosas más importantes para mí, para estar tranquila es reconectar conmigo, con lo que me hace feliz. En mi caso, esto significa estar en casa, leer, escribir, cuidar las matas, atender tranquila los asuntos que tienen que ver con mis hijos y mi esposo. Se dice fácil pero no lo es tanto en la práctica. Esto significa decir no a otras cosas, por muy bonitas que sean, pues el día solo tiene 24 horas. De hecho, tengo el duro presentimiento de que el aprendizaje en esta materia me va a llevar a la conclusión de que debo soltar algunas actividades que me gustan, para poder alimentar otras.

¡Ya estoy vaticinando el dolor! Me acuerdo de una marioneta que salía en el Plaza Sésamo de mi infancia. Era una muñequita de trenzas largas, volando, agarrada durísimo a un árbol en medio de un ventolero.  Así estoy yo con algunos puntos de mi agenda; pero es irremediable,  sé que debo soltar.

5. Siempre me han fascinado las plantas, los árboles, las flores. Sin embargo, en este recorrido he decido añadir de forma intencional más contacto con la naturaleza, siempre que puedo. Ninguna experiencia es pequeña, puede tratarse de detenerme a observar el cielo, o disfrutar del olor de alguna plantita. Ahí está la huella del Señor y la pura verdad es que me hace muy bien.



No sé cómo explicarlo, pero observar plantas, árboles y flores me llena de felicidad.

6. Y hablando del  Señor… Lo  mejor de la lista para el final. Este camino me lleva a viejos conocidos desafíos de la vida cristiana: descansar en el Señor, confiar en su cuidado, cultivar a diario mi relación con El y desarrollar la confianza de que tiene cuidado de todo lo demás. El día en que me gradúe de este punto  de verdad que podré dibujar un check enorme en  mi lista. Mientras, sigo trabajando en ello.


En fin, sigo aprendiendo.  Mucha gente lo ha dicho, pero no es real hasta que uno lo vive.

La vida es corta, muy corta, como para vivirla en carrera.


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