Mayo, con M de Museos

Fotos y documentos. Parte de nuestra
 oferta en Expo Museos.

A veces hay experiencias de la vida laboral que me hacen muy feliz, que me recuerdan por qué acepté un puesto de trabajo o por qué escogí la carrera que tengo. Este mes tuve una vivencia de ese tipo, cuando en el Archivo Nacional participamos en Expo Museos 2017, 18 y 19 de mayo, en la Casa del Cuño. 

La trabajada fue grande, pero el mucho calor que hizo en la Casa del Cuño no apagó el entusiasmo de las 32 organizaciones que nos dimos cita. Más de uno ya estará pensando que en el Archivo no somos un museo, pero les comento que los archivos, mundialmente, montamos exposiciones para difundir los documentos que resguardamos y eso nos abre la puerta a la hermosa familia museística de Costa Rica.


Yo podría buscar algunas razones bien académicas por las cuales les podría recomendar visitar un museo, que suenen a profesora muy formal, como a clase de Estudios Sociales (aunque yo amaba esa materia). Sin embargo, quizá la mejor razón es porque en un museo uno puede pasarla bien y, de paso, aprender, sentir cosas, pensar. ¿Pensar? Sí, pensar. Tal vez sea una invitación un poco devaluada en tiempos de diversión fácil, tipo papa frita. Pero reflexionar puede ser una cosa muy llenadora  y se puede llevar a cabo al mismo tiempo que uno se divierte. 


Las personas tenemos mucho interés por saber cosas. Solo para darles un ejemplo, en Expo Museos dedicamos nuestro puesto al tema de la genealogía y no tienen idea de cuántas personas se acercaron interesadas en saber de dónde vienen sus apellidos, quiénes son sus ancestros, cómo averiguarlo.


 ¿A quién me parezco? Esa era la pregunta que había que 
hacerse ante una serie de fotos del Archivo Histórico en 
el puesto que diseñamos para Expo Museos. Nuestra 
premisa era que los ticos somos multiculturales debido, 
entre otras razones, a los procesos migratorios.

Una exposición museográfica nos puede poner de frente con hechos de los que tantas veces nos han hablado. Leí en textos, y ahora lo comento cuando atiendo visitas guiadas, que la primera imprenta que llegó a Costa Rica lo hizo en 1830 (en el mundo se inventó en 1450, solo saquen cuentas…). Yo lo he leído. Pero ver esa primera imprenta, la original, en el Museo Nacional, fue muy emocionante. Tan emocionante como la primera vez que observé la firma  de Florencio Castillo o Juan Rafael Mora en el Archivo Nacional. 

Porque un museo también emociona. Puede uno sentir nostalgia ante una obra de arte, rabia por una foto que nos golpea o desconcierto frente una instalación que nos parece rara; pero de que sentimos algo, sentimos. 

Las exposiciones cuentan relatos y esta, se podrán imaginar, es una de mis partes favoritas. No siempre comparto la visión de mundo del que cuenta el cuento, pero de fijo hay un relato detrás. Y ese es un ejercicio maravilloso también… colocarse en los zapatos de quien tomó la foto, de quien ideó la museografía, de la gente que produjo el video. ¿Cuál es su punto de partida? ¿Cómo me lo están transmitiendo? ¿Por qué pensarán de esa forma?


Siempre hay un relato detrás de una exhibición.
"Pacífico. España y la aventura de la Mar del Sur" cuenta 
cómo los españoles encontraron un océano  nuevo, que era 
desconocido para ellos y lo convirtieron en una ruta comercial. 
Está en el Archivo Nacional hasta el 16 de junio. 

Después de la feria quedé con ganas de más museo y me fui con mi hija al Nacional el fin de semana pasado. Lo disfruté mucho, desde las mariposas hasta el carruaje. Había bastante gente y me alegré de que no todos fueran extranjeros con su típico guía. Al final me surgió el pensamiento de que quienes montamos exhibiciones deberíamos hacer el esfuercito por crear junto con las salas espacios acogedores donde uno pueda quedarse un rato más, descansando, contemplando el jardín (como en el caso del Museo Nacional, que tiene uno  tan bello), tomándose un café e incluso leyendo. Nos queda de tarea. 

No puedo evitar pensar que la Feria del Libro se acerca.  Evidentemente habrá muchos sitios para comprar libros; pero qué hermoso sería que hubiera muchos sitios para leer, con silloncitos cómodos, alfombras y una linda iluminación. Desde aquí le hago un guiño a los organizadores. Quién quita y los lectores tenemos suerte. Pero bueno, ese es otro tema. 

Por el momento, anímese, gástese un sábado o una tarde, o una noche de Art City Tour visitando un museo. Démonos permiso de pensar y de sentir, hay relatos interesantísimos esperando por nosotros. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Invierno de mis amores

Se vale soñar

¿A qué hora escribo si hay que ganarse el pan? (Rutina de escritora en América Latina)