Las mamás de mis historias



A lo largo de la vida construimos relatos, o los entretejemos más bien. Será la deformación de quienes escribimos, que vemos una historia en cuanta cosa sucede a nuestro alrededor. Un subtema en el mundo de los relatos es el de la maternidad. ¡Y vaya si es un temazo! Si fuera psicóloga quizá esta entrada sería tan larga como un libro. El caso es que no lo soy. Y dado que en Costa Rica celebramos el Día de la Madre el 15 de agosto, quise echarle una mirada al asunto desde mi experiencia con dos mundos que me apasionan, los libros y las películas. 

Uno de mis referentes de infancia al respecto fue la serie de dibujos animados “Marco”. Hasta el día de hoy me sé la canción. Cuánto sufrí de la mano de ese chiquillo que cruzó solito desde Italia hasta Argentina buscando a una mamá que se había ido a buscar trabajo para ayudar a su familia. Con los años me di cuenta de dos cosas. La primera es que la serie se basaba en el libro “Corazón”, de Edmundo de Amicis, dentro del cual se encuentra este cuento titulado “De los Apeninos a los Andes”. El segundo descubrimiento, que me llegó con la adultez, es que yo no quería construir para mí misma un relato de madre-santa-heroína, como la del cuento. No va conmigo. De eso hablé en otra entrada del blog, en el 2012. 

Con el paso del tiempo me encontré con otras mamás de vidas más complicadas, ¿más reales, quizá? Recuerdo a la protagonista de “El Señor de los Caballos”, Annie Graves.  ¡Vaya personaje esa mujer super eficiente y maniática del control! Al menos su patología le sirvió para manejar varios días buscando ayuda. En el remolque iba el caballo de su hija, gravemente traumado después de un accidente, y en el carro la hija adolescente, con una pierna amputada; una hija triste, enojada y aturdida. Y esta mujer, que tenía su propia vida emocional hecha un caos, se enfrentó a todo por amor a la chiquilla. Conocí la historia por medio de una peli bellísima, dirigida por Robert Redford, y luego me enteré también de que se basaba en un libro de Nicholas Evans, que tuve el placer de leer, aunque recuerdo que disfruté más la versión para cine. 

¿Y qué me dicen de Francesca, la protanista de “Los puentes de Madison”? También la conocí primero en película, dirigida por Clint Eastwood,  y luego en libro (ja, ja, veo un patrón repetitivo aquí). La peli es un tesoro, sin duda alguna; está en el  cielo de mis cintas favoritas. Pero el libro… ah, el libro no hay palabras. Su autor es Robert James Waller y siempre me he preguntado cómo un hombre pudo penetrar de esa forma al alma de un personaje femenino y dibujarlo tan bien. El día en que yo logre algo así con un personaje masculino me habré graduado en mis labores de escritura. 


Mi ejemplar del libro. Ya está un poco viejito, pero muy apreciado por mí. 

Entre las últimas mamás que he conocido por medio del cine se encuentran la de Temple Grandin, una mujer autista. Vi la peli con mis alumnos de la U para sensibilizarnos antes las necesidades de las personas con discapacidad. Lo que Grandin logró fue admirable, se doctoró en la universidad y hoy es una autoridad mundial en materia de bienestar animal. No es que sus victorias no me impresionen, pero la que de verdad me hizo quitarme el sombrero fue su mamá, interpretada por Julia Ormond.  Esta mujer llamada Eustacia Grandin se negó a dejar su hija en un rincón y la empujó, la obligó quizá, a llegar más allá de lo probablemente nadie, excepto ella, creía posible. 

 Y un descubrimiento super reciente, de la semana, fue la interpretación de Julia Roberts en “Wonder”. Me vi en ella, luchando por hacer lo mejor en un contexto familiar a ratos caótico,  metiendo la pata aún sin querer, pero igual luchando desde el amor. También se basa en un libro, pero eso no he tenido el placer de leerlo. 

¿Y cómo no incluir en este recuento a una madre del corazón? ¡Qué papel el de Sandra Bullock en “Un sueño posible”! Después de tanta historia ligera protagonizada (que conste que las he disfrutado también)  Bullock sacó lo mejor de sí, a mi humilde entender, en esta cinta en que interpreta a la verdadera heroína del cuento, Leigh Anne Tuohy. Ella y su familia adoptaron a un adolescente sin hogar, Michael Oher, compañero de sus hijos en el colegio, que más adelante fue a la universidad e incluso se convirtió en un destacadísimo jugador de futbol americano. 

Estas mamás me gustan porque son gente más normal:  llenas de defectos, contradicciones, majaderías y asuntos internos no resueltos. Sin embargo, hay algo en lo que se parecen entre sí, en su capacidad de amar más allá de sus limitaciones. Aunque a veces me he puesto a pensar en que hay mamás que no aman y otras que abandonan como acto de amor supremo. Algún día quiero abordar esto literariamente. No, si es que el tema se las trae, ¿no les dije yo?

Como soy mamá desde hace 19 años le he tenido que meter mente al asunto. Recién me enteré de que el tema de la relación madre-hija, por ejemplo, es toda una rama en el mundo de la Psicología. ¿Quién diría?

Seres humanos, eso es lo que somos las mujeres que, muy valientemente, nos metemos a este enredo de formar a otra persona. Quisiera que cuando mis hijos sean grandes, y yo ya no esté en este mundo, repasen nuestra historia juntos y recuerden eso, que soy solo una persona, llena de grises; pero que los ha amado de manera incondicional, de aquí a la Luna y a la Conchinchina, ida y vuelta todas las veces que sea necesario. 

Y todo este lleva al origen de esta historia, sin el cual yo no estaría aquí contando el cuento: mi propia Mamá, Pily. Gracias Ma, por amarme desde tu humanidad, desde tu historia y desde tus grises. Hay verdades que solo se empiezan a comprender cuando uno tiene más de 40. Feliz día, Ma, para vos y para todas esas mujeres queridas que rodean mi vida y que escogieron ser madres también. 

Que a pesar de nuestra humanidad, siempre triunfe el amor. 


Comentarios

Laura Casasa ha dicho que…
Me gustó mucho el artículo y ya me pusiste de tarea varias pelis y libros. Un abrazo.
Maureen Herrrera Brenes ha dicho que…
Gracias, Lau por pasar por aquí. ¡Buen provecho con los libros y las pelis! Abrazos de vuelta.

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