¿Y si fuera la última taza?



De los deleites de la vida cotidiana, para mí el café ocupa un lugar especial.  La última vez que hice compras olvidé comprar el paquete de rigor, así que hace dos días me preparé el último contenido del recipiente en que lo guardo. Mientras lo colocaba en el filtro me puse a pensar en lo siguiente: “¿Y si yo no tuviera nada de dinero para comprar otro paquete?”, “¿Y si esta fuere mi última taza sin saber cuándo podría tomarme otra nuevamente?”. 

No pude evitar el pensar en la gente que vive en pobreza. Recordé un relato de Urbanoscopio, de Fernando Contreras, donde una joven pareja se va a un precario a levantar un rancho. 

Gracias a Dios, y al trabajo duro de mis papás, nunca –ni de niña ni de adulta- me he ido a la cama con hambre, ni he despertado con la alacena vacía. Sin embargo, sé que esto no es lo que sucede en muchas casas de Costa Rica. 

¿Y qué hacer? El tema me golpea y me sigue remitiendo a las ideas que han llegado a mí por medio de artistas. Hace varias semanas ví  “Diarios de motocicleta” y me impactó la forma en que el  joven Ernesto, que luego sería el “Che Guevara”, se conmovió ante la miseria y la injusticia de Suramérica. Ana Cristiana Rossi y su “Limón Reggae” me pusieron en contacto con un personaje femenino que se va a la guerrilla en un país centroamericano, identificada con la miseria de los campesinos, con su tragedia, con su hambre…

El 21,6% de los hogares de Costa Rica viven en pobreza. ¿Qué estoy haciendo yo por los pobres de Costa Rica? Creo que nada, y lo digo con vergüenza. Espero que dejar la indiferencia de lado sea un buen comienzo.

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