Es suficiente



Mientras ardía la Catedral de Notre Dame millones de personas alrededor del mundo sentimos un gran dolor. Se generan tantos pensamientos en pocos minutos. ¿Cuán eterno puede ser lo que construyamos aquí? Al final, recuerdo que en este mundo todo es efímero, temporal, por muy antiguas que sean las pirámides. Somos una especie inteligente, dotada de conciencia y capacidad para el lenguaje y la creación; sin embargo, una especie de peregrinos al fin y al cabo.  

Me percato de que estamos en Semana Santa. Para mucha gente es el único momento destinado a pensar en Dios y asuntos espirituales, en medio de las películas de romanos y de los paseos por las vacaciones. Hay quienes se acercan a la iglesia, y quienes al menos pescan una oración en un almuerzo familiar de Viernes Santo.

Mucha gente no quiere saber nada de Dios, yo sé. Y lo comprendo.

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Muchos han sido heridos de la forma más impensable y vomitiva, por la misma gente que debería haberles mostrado el amor y la bondad. Iglesias católicas y evangélicas quedan en el mismo saco.

Ya darán cuentas los que estorbaron para que chiquillos y muchachos se acercaran al Dios que buscaban. ¡Es demasiada mierda, lo sé! A Jesús le indignó tanto el comportamiento de los que estorban la fe de otros, que dijo que al que se portaba así mejor le amarraran al cuello una piedra de molino y lo tiraran al mar. ¡Así lo dijo!

Sé que hay otras personas que dicen que la religión en solo un cuento que inventó el ser humano para darle sentido a la vida. Creo que son los candidatos idóneos para morir en la más absoluta paz, mientras piensan que cierran los ojos y se desintegran en el cosmos.

Hay gente que cree que Dios existe, pero “El allá y yo aquí; cada uno en lo suyo”. El Señor tiene que ver con la Navidad y los funerales, tal vez con un rato del fin de semana en la vida de los  visitan una iglesia. Pero pare de contar. Poco tiene que ver el creador con las carreras de la mañana para ir a estudiar o trabajar, con la plata que no alcanza, con los dilemas éticos del día a día…

¿Tiene Dios algún vínculo con la vida cotidiana?
www.pexesl.com foto Stanley Nguma. 

Hay otra gente, variante de la anterior, que considera que no necesita al Señor. “Yo solo me la juego, Dios”. Mi amiga Marcela cuenta un chiste que siempre nos saca una carcajada:

“Había una persona que llegó a un centro comercial con gran urgencia de hacer un mandado lo más rápido posible y regresar a casa. No obstante, el parqueo del sitio está repleto. La persona avanza en su carro despacio con los ojos ávidos y ¡nada! Los minutos corren y se empieza a desesperar. Entonces se le ocurre decir una oración: Dios mío, necesito un milagro. Por favor deparame un espacio libre en el parqueo. Vos sabés que se trata de una emergencia. No había terminado de pronunciar la última palabra cuando observó un sitio vacío, justo al frente. Y entonces volvió a orar: Tranquilo, Señor. Ya no necesito tu ayuda, ya lo resolví.”

Creo que todos hemos sido, en algún momento, alguno de los personajes anteriores. Tal vez fuimos heridos en la iglesia, hemos pensado que Dios y la religión son un invento del ser humano para dotar la existencia de sentido, o consideramos que El existe pero... mantengamos la distancia, la verdad no te necesito.

Sin embargo, seamos honestos, a veces hemos estado en otros escenarios: 

¿Quién se resiste a pensar en el milagro de la vida cuando contempla un bebé?
www.pexels.com Foto Daysi Laparra.
  • Nos pesca el atardecer cuando vamos de regreso a casa y nos detenemos a ver la puesta del sol, abrumados ante tanta belleza. 
  • Llega un bebé a la familia y no nos alcanza la mente para entender el milagro de la vida. Aparece alguien en nuestro camino y nos trata con una bondad y gracia totalmente inmerecidas. 
  • Nosotros, o alguien querido, traslada su vida a una cama de hospital y cuando nos damos cuenta estamos hablando con Dios como nunca en la vida. 
  • Hacemos un recuento de nuestros años y llegamos a la conclusión de que todo es un desastre hacia atrás, no hemos acumulado más que fracasos y heridas, y ha quedado una estela de dolor a nuestro paso. 
  • Hacemos un recuento de nuestros años y concluimos que la familia linda, la casa grande, el trabajo estable y el reconocimiento  público no alcanzan, y nos sentimos culpables por seguir insatisfechos en medio de tanta prosperidad.
Entonces nos damos cuenta de que hemos pasado corriendo, detrás de algo. Una sed que no se apaga, un logro llega y no nos satisface, entonces colocamos el siguiente en la lista.  

Pero un día, un día bendito, ocurre un milagro. 

Somos capaces de correr las cortinas del dolor, nos permitimos darle crédito a lo que hemos pensado maravillados ante la vida, logramos atravesar el pasillo que está poblado de alambre de púas o de trofeos (o ambos) y nos damos permiso de abrir la puerta. Y ahí, tocando al otro lado, está el Creador del universo, que un día se convirtió en persona porque nos extrañaba tanto que nos vino a buscar.

 Y entonces hallamos paz.

El es el agua que al beber
nunca más tendremos sed. 


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Y entonces nos sentimos dignos, como nunca antes.


Tal y como somos nos amó,
hoy nos acercamos sin temor.


Y seguimos, peregrinos al fin y al cabo, metidos en este mundo complicado. Pero ya no caminamos en soledad. ¡Y vaya tronco de compañía la que ahora nos sostiene!

Ahora hay un futuro
y esperanza fiel.
En su amor confiamos
hay descanso en él.


¿Qué les puedo decir? Es la historia de mi caminar. Se las cuento con humildad, con el deseo enorme de que se den permiso de ofrecerle al Señor una oportunidad en sus vidas. No necesitamos correr detrás de nada más, Jesucristo basta.



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