Y entonces nació un parque


Erase una vez el sueño de construir un parque. 

Hace pocos días atravesé un portón y al otro lado encontré árboles, aves y flores. Hasta aquí el recuento no tiene nada de extraordinario; pero esta no es una historia común y corriente. Ingresar a este parque fue atravesar el umbral de los sueños y contemplar ante mis ojos la materialización de lo que un día fue tan solo una idea.

A veces, sobre todo cuando andamos al crítico interno al tope, uno siente que en Costa Rica los proyectos se quedan en el papel, en un folder archivado o en el discurso de un político entusiasta. ¿Conoce algún ejemplo? Imagino que sí. Pero no todas las historias terminan igual. Este es el recuento de cómo volví, después de alrededor de diez años, al Parque La Libertad. 



Allá por el año de 2007 yo era periodista en el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ) y dentro de los proyectos por difundir apareció este.  El Gobierno de la República, el MCJ y la empresa Holcim se unieron alrededor de esta obra que arrancó cuando la empresa pagó impuestos al Estado por medio de su antiguo terreno.  

En el centro de la historia se ubicaba una propiedad de 37 hectáreas, destinada a convertirse en un sitio que impulsara el desarrollo social de las comunidades aledañas. Desde el MCJ generamos diversos comunicados de prensa que mencionaban aquello que parecía la “carta al Niño Dios” de lo que habría en el nuevo espacio: una escuela de música, senderos y zonas de recreación, aulas para capacitarse, centro de tecnología y artes visuales... Así lo consignó el periódico Al Día.

El relato emociona y si quiere profundizar en ella, puede leer la sección de antecedentes de este documento.  

En el proceso de difundir el nuevo parque me re-encontré con Dora María Sequeira. Fue bonito volverla a ver, porque Dora fue mi primera jefe. Retrocedo a 1994 y aparece en el recuerdo esta mujer joven y preparada al frente de un grupo al que decirle entusiasta era poco. Eramos el Equipo Académico del naciente Museo de los Niños y Dora me dio la oportunidad de efectuar mi aporte, jovencísima como era, con un recién estrenado bachillerato universitario bajo el brazo y todas las ganas del mundo por abrirme camino.  

En fin, regreso al cauce… Antes de que yo dejara el sitio en que nos conocimos, Dora María Sequeira se fue a dirigir los Museos del Banco Central y para cuando me la volví a encontrar, allá en los pasillos del Centro Nacional de la Cultura (Cenac), estaba embarcada en este nuevo reto: ser la directora ejecutiva del Parque La Libertad. El puesto podía sonar muy glamoroso, pero era solo una promesa de fe. "Ni oficina tengo en este momento", me dijo el día en que la entrevisté. Bueno, sí tenía una, solo que sui géneris, repartida entre su casa, el carro y el celular. 

En esos años debo haber escrito varias veces sobre el parque: los primeros pasos del proyecto, el concurso para elaborar el Plan Maestro y recuerdo que organizamos una actividad inicial para la prensa. Al frente de lo que hoy es la recepción del parque había, si mal no recuerdo, unos techos de la etapa anterior de los terrenos. El trazado de senderos apenas empezaba y don Oscar Arias, entonces presidente de la República, salió en las fotos con casco amarillo y demás. 

Luego le perdí el rastro al asunto. Me trasladé a trabajar al Archivo Nacional y solo tuve  un contacto muy esporádico con el Parque, por medio de alguna publicación de Facebook o de alguna información distribuida al interior del MCJ. 

Así sucedió hasta hace un par de semanas. Me convocaron a un taller y atravesé el portón. Se me fueron los ojos detrás de los modernos edificios en los que suceden hoy tantas cosas. Tuve que manejar despacio por la cantidad de personas que hacían caminata al empezar el día. "Me encantaría venir a hacer ejercicio, si viviera por aquí", fue lo que pensé. En el taller que fui a recibir una de las facilitadoras era graduada del Centro de Tecnología y Artes Visuales (Cetav), que opera en el mismo parque. Y durante el segundo día, Gilbert Montero promocionó el programa de emprendimientos culturales que ya lleva varias generaciones graduadas.

Por cierto, valga el anuncio, están en proceso de convocar al grupo siguiente. Así que si usted tiene un emprendimiento de carácter cultural y quiere capacitarse, escriba a gmontero@parquelalibertad.org



Si le abrí el apetito por enterarse de más, visite el sitio web. El párrafo de la bienvenida ofrece una buena idea de por dónde va la cosa: "El Parque La Libertad, es un proyecto de seguridad humana e inclusión social que busca mejorar la calidad de vida de las comunidades aledañas mediante su desarrollo económico, social y ambiental". 

Es emocionante constatar que en Costa Rica sí se concretan proyectos.


A veces nos cuesta dar crédito a nuestros propios logros. Solo para citar un ejemplo, hoy tenemos el doble de bosques que hace 30 años. ¿Por qué no abundan estas historias en nuestros noticieros? Podrían arrebatar un renglón al recuento de los accidentes y los homicidios… pero eso es un enano de otro cuento. Hoy celebremos al Parque La Libertad. En uno de los descansos del taller me senté de cara a la montaña y observé la escultura anaranjada. Sentí la brisa del aguacero que se acercaba y repasé despacio los árboles y las aves.

Nadie más que yo se dio cuenta, pero mi corazón brindó por la gente que se atreve a soñar y, sin importar los raspones que haya de por medio, concreta lo que un día fue un proyecto y lo pone al servicio de una comunidad. 
Esa es la Costa Rica que somos. 




Todas las fotografías se tomaron del sitio web y de la página de Facebook del Parque.

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