Un viaje en el tiempo vía Gmail


¿Qué encontraríamos en el pasado si lo visitáramos un rato? Sería muy romántico si les dijera que me puse a la leer las páginas manuscritas de un diario de adolescencia. Pero este no es el caso. El viaje a mis ayeres nació porque cuando entro a mi cuenta de Gmail aparece indefectiblemente un mensaje necio que dice: “14,07 GB ocupados de 15 GB (93%)”. 

En mi afán de limpiar mi buzón (infructuoso, he de decir, porque voy al paso de las tortugas), me enteré de que mis primeros mensajes databan de 2007. En la revisión que llevo hasta ahora me he topado con fotos de momentos que no recordaba, fantasmas de amigas que ya no están y la sensación horrible de los mensajes de enero de un año en el que sabía me aguardaban experiencias muy dolorosas. 

Pero también me he dado mis porras, mirando a la Maureen que hace 10 años se animó a cambiar de trabajo. ¡He aprendido tanto desde entonces! De todo lo que me habría privado si me hubiera detenido por miedo. Hay una frase cliché que circula en internet y que dice algo así como “Si quieres hacer algo, no te detengas pensando en lo mucho que vas a durar; el tiempo va a pasar de todas formas”. Ustedes dirán que es psicología barata de Facebook,  pero la limpieza de mi correo electrónico le da puntos a quien haya inventado la frase. 


Por años quise cursar una maestría en Educación y el día en que animé decidí que duraría el doble porque mis hijos estaban en edad escolar, así que los cursos irían de uno en uno. Como fue con una universidad extranjera, tuve que acreditar el título cuando terminé… En síntesis, fueron como siete años y el mundo no se acabó, un día llegué a la meta. 



La vida es tan corta… Es oficial, debo estar envejeciendo que hoy lo veo tan claro. A veces gastamos minutos en discusiones tontas, perdemos el sueño en asuntos sobre los que no tenemos control alguno o caemos arrodillados ante el miedo y nos privamos de lo bueno que hay para nosotros más allá de ciertas decisiones. ¿Quién diría? Me puse filosófica mientras borro notificaciones, correos administrativos y mensajes que ya no necesito en la gaveta del ciberespacio. 

Hace poco leí una novela que me permitió seguir a su protagonista a lo largo de toda su vida y no pude evitar el pensar en mi recorrido. La novela se llama “Stonner”, es maravillosa y no voy a decir nada más porque quiero dedicarle una entrada a ella solita. 

El punto es que debería ser delito vivir un solo día solo porque sí, vegetando, sin la consciencia de la delicia de la taza de café, del abrazo de los que amamos o de la brisa del viento en la cara. Mientras escribo esto la montaña resplandece, el sol está cayendo y tuve que soltar el teclado para detenerme a mirar la explosión roja del cielo esta tarde febrero. No es una puesta de sol cualquiera, es la hoy. 

Cuando estaba planeando esta entrada recordé que hace muchos años, en mi época de asistente en Radio Universidad, usé en un reportaje un texto de José Lezama Lima sobre el tiempo. Fue inútil, no logré encontrarlo. Y aunque estoy a años luz de un escritor como él, no me quise privar de cerrar con un poema: 

"Un día seré solo un recuerdo,

una mención a la abuela en una tarde de café

(si es que mis hijos deciden tener hijos).

Tal vez quede por ahí mi nombre en el ciberespacio.

“Coordinadora de Proyección en el Archivo Nacional”, 

diría una nota de prensa archivada en un servidor.

Me gustaría pensar que un cuento mío o una entrada del blog,

(o alguna de mis novelas todavía no escritas)

lograrán cruzar en el tsunami de los siglos. 

Eso podría ser algún día. 

Es un tal vez, sin certeza alguna. 

Pero hoy… ¡Hoy estoy viva!

Con la fuerza para viajar a la Luna ida y vuelta por alguien que amo, 

con un cuerpo que respira y se queda sin aliento 

mientras ve la puesta del sol a través de la ventana del estudio. 

Le doy con fuerza al teclado y hago escurrir mi alma en palabras. 

¿Significarán algo para alguien?

No tengo certeza.

Escribo en las sombras,  

fiel a mí misma, honrando la que soy.

El hoy, el presente,

eso es todo lo que tengo"


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