Celebrar la Patria


Imagen tomada del Facebook de la Municipalidad Vásquez de Coronado

Yo pude haber nacido en una isla lejana del Océano Pacífico, en la Patagonia o en alguna ciudad de África. Pero no, mi vida en este planeta me tocó en Costa Rica, 51 mil kilómetros cuadrados de una tierra verde con bosques, montañas y volcanes. Suena como anuncio de turismo, pero qué le vamos a hacer si así de hermosa es esta tierra. 

Y resulta que hoy, justo hoy hace 200 años, empezó un proceso que nos separó de la corona española y nos enrumbó a construir la Nación que hoy somos. Entre tanto acto oficial, pandemia de por medio, yo me vengo a este rinconcito personal construido de palabras para cantarle feliz cumpleaños a mi Patria, así, a mi estilo. 

Para mí Costa Rica es la naturaleza (con ese verde en tonos infinitos que nos rodea a donde sea que dirijamos la vista), la playa y el olor a monte. Es la lluvia, ese milagro caído del cielo que me gusta tantísimo. Me podría secar por dentro si tuviera que vivir en un sitio en el que no lloviera. 


¡Qué magia tienen las montañas que nunca se cansa uno de mirarlas!

La Patria es la historia. A mí me emociona pensar que hace muchos años hubo gente que soñó con logros que hoy son tan normales para mi generación. En Coronado, mi comunidad, tengo al alcance una clínica que funciona muy bien, en la que ya recibí mis dos dosis de vacuna contra la Covid-19. No siempre fue así. El Hospital San Juan de Dios nació en 1845 y antes de eso no teníamos centro de salud alguno. 

Y así hubo otros que soñaron y se arrollaron las mangas para que hoy tengamos educación gratuita, recuperación de la cobertura boscosa, parques nacionales, voto para las mujeres y un Sistema Nacional de Educación Musical por todo el país, solo por mencionar unos pocos logros.

Nos parece tan natural, nos acostumbramos, pero a alguien le costó mucho. A veces nos portamos como chiquillos mimados de una familia rica que solo protestan y exigen. 

Una vez conversé con una mujer holandesa que me contó que su abuelo había vivido una hambruna terrible durante la Segunda Guerra Mundial y ella tenía el recuerdo de que ese abuelo no permitía que se desperdiciara absolutamente nada en la mesa: había que servirse lo que se iba a comer y una vez en el plato había que consumirlo. Ojalá y en Costa Rica sepamos agradecer sin pasar por traumas semejantes. 

¿Y qué me dicen de que aquí no haya ejército ni servicio militar obligatorio, ni desfiles de tanques por las calles? Sí, yo sé que hay grandes desafíos en materia de seguridad, que no somos tan pacíficos como pretendemos, eso y más. Sin embargo, no puedo dejar de maravillarme (y de agradecer) por el hecho de que mis hijos nunca deberán marchar a la guerra. 

Y en esta fiesta personal mía con la Patria quisiera incluir una comparsa por un Estado que invierte en educación. Eso no implica que cierre los ojos ante la gran crisis en que estamos, pero en este cumpleaños de hoy permítanme agradecer por lo que yo he recibido. Me formé en instituciones públicas, el Estado pagó por cada uno de mis maestros; fui al colegio en un transporte pagado por el Ministerio de Educación y almorcé en el comedor del Liceo Unesco sin pagar por ello  (más que ayudar a "hacer aseo" una vez por semana). 

Luego me formé en mi querida Universidad de Costa Rica. Ahí recibí dinero para ayudar a mi manutención (lo que en mi época se llamaba "Beca 11"), trabajé como asistente, almorcé en el comedor y viví en las residencias estudiantiles. Sin ese apoyo (más el esfuerzo de mis papás y el acogimiento que me dio mi abuela en los primeros años) habría sido muy difícil llegar hasta donde he llegado. De verdad que siempre crecemos sobre los hombros de otros. 

Mi querida UCR. Foto de Wikimedia Commons

Y yo, ¿qué le doy a la Patria? Una vez oí a un predicador decir que los cristianos estamos llamados a ir por la vida con una servilleta; pero no para usarla en el cuello como los comensales de un rico almuerzo, sino doblada sobre el brazo, como meseros. Aplica también para ciudadanos. 

¿Qué podemos hacer para servir a Costa Rica? Amante de las listas como soy, me animé a levantar una seguidilla de posibilidades: 

  1. Plantar árboles (los arbustos también cuentan si tenemos patio pequeño, hasta una maceta grande sirve).
  2. Involucrarnos en organizaciones que sirvan a los demás (hospitales, bibliotecas, ambientalistas, el comité de vecinos del barrio, la iglesia, grupos culturales... la lista es enorme).
  3. Procurar ser mejores ciudadanos (y si quiere aprender más sobre el país, cómo funciona e ideas para servir, le motivo a ver "Animales políticos"). 
  4. Estar siempre aprendiendo un hábito nuevo. (¿Qué país tendríamos si todos estuviéramos en un esfuerzo constantemente por ser gente más sana, ahorrativa, amable, deportista, sin adicciones, generosa, con mejor manejo de la frustración?)
  5. Reciclar, ahorrar agua, aprender a compostar, plantar una planta amigable para las abejas, acordarnos de llevar las bolsas reutilizables cuando vamos al super. 
  6. Pensar en los demás. Esto nos motivaría a usar las direccionales al manejar, sacar la basura poco tiempo antes de que pase el camión, cortar el zacate un poquito más tarde el domingo y dejar el inodoro seco cuando usamos un baño público. 
  7. Hacer muy bien lo que nos toca, sin importar que sea. Esmerarnos en ser los mejores amos de casa, docentes, administradores, funcionarios públicos, estudiantes, papás. Pulsearla de veras por superarnos a nosotros mismos cada día. 
  8. Involucrarnos seriamente en la vida comunitaria. Tal vez no queramos ser parte de un partido o llegar a la Asamblea Legislativa; sin embargo podemos involucrarnos con la asociación de desarrollo, el comité de seguridad comunitaria o con el grupo que va rellenar el hueco en que cae un carro tras otro. ¿Por qué tenemos la manía de esperar a que venga alguna autoridad a resolver lo que un grupo de gente organizada puede atender?
  9. La lista podría crecer y crecer. Cierro con la divina torta envuelta en huevo de todos los consejos: tratemos a los demás como queremos ser tratados. 
Hay tanto que podemos hacer por la Patria. Ningún aporte es pequeño y todos son mejores que despotricar en redes sociales encontrando siempre el punto negro ante los esfuerzos de los demás. Criticar y no hacer nada es un vergonzoso deporte nacional. ¿Qué tal y cerramos un ratico la boca en redes sociales y nos ponemos a trabajar?
Celebrar la Patria me hace pensar en el término "legado" (¡qué palabra tan linda!). Pienso en papi que me enseñó a amar la naturaleza y la lectura, en él y en mami que mostraron al Señor Jesús, en mis abuelas que fueron (cada una a su forma) mujeres valientes. 

Entonces miro hacia adelante y me ilusiona heredar algo yo también: modelar un estilo de vida más equitativo y sano entre hombres y mujeres, dejar textos que den cuenta de mi tiempo y de lo que me tocó vivir, compartir a ese Dios personal que nos quiere tantísimo.  

Mi esposo Víctor y yo tenemos un lote en Cascajal de Coronado. Yo venía fantaseando con la idea de sembrar un árbol en peligro de extinción, que requiera mucho espacio para crecer porque sé que un patio grande es cada vez más una rareza. Nos fuimos al vivero de FundaZoo en Santa Ana y los señores que lo atienden nos orientaron. Y ya le dimos hogar a un nuevo hijo botánico: un Laurel de San José, o Raspaguacal, ehretia latifolia para mayores señas científicas. "El árbol del Bicentenario", le decimos Víctor y yo. 

Sé que no alcanzaré a verlo en todo su esplendor, pero los nietos sí y a mí eso me da una ilusión enorme. 

El bebé Ehretia Latifolia


Los papás del bebé, entiéndase Víctor y yo. 

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