Un regalo hecho de palabras



¿Qué palabras vienen a su mente cuando escucha la expresión “Navidad”? Le doy algunos segundos para que piense.

A mí, el receso decembrino me da la oportunidad de pasar algunos días en mi casa, todo un reencuentro con el silencio y con la siesta. El reloj queda desterrado a un escondido baúl que se volverá a abrir hasta enero y  el descanso le abre espacio a una pausita para la reflexión. Este es el mosaico de palabras que me alcanzan cuando escucho “Navidad”. 

Veo los obsequios debajo del árbol y pienso en “contentamiento”. Este es un vocablo maravilloso, que me permite recordar que la vida y la salud son más importantes que la ropa, y el hogar más relevante que la casa. Me ayuda a disfrutar de mi pequeño jardín y a desechar la trampa de pensar que el zacate de al lado es más verde. Cuando quito al contentamiento de mi lista puedo ser presa fácil de los anuncios y hasta puedo caer en enorme tristeza por no comprar este o aquel chunche, o por no parecerme a la muchacha del  bikini rojo en el anuncio de cierta marca de cereal. 

Abro la alacena y pienso en “moderación”.  Diciembre suele ser época de excesos en muchos niveles y la comida no es la excepción.  Pero el mundo no se acaba en diciembre; en enero la vida sigue. Así que es sabio seguir hermanada con la ensaladita, el agua, las frutas y las porciones razonables. Claro que dejo espacio para un trozo de queque navideño o un postre; pero eso no elimina a la moderación de mi lista.

Abrazo a mi gente querida y surge la palabra “gratitud”. Amar y ser amado debe ser una de las mejores cosas que el ser humano puede experimentar en su paso por esta tierra. El abrazo sentido de la familia y los amigos es para mí uno de los mejores regalos en la vida. Sin ninguna exageración, creo que el mundo sería mejor si nos abrazáramos con más frecuencia.

Escucho el móvil nuevo que instalé en el corredor y pienso en “gozo”. ¿Quién diría que ese sonidillo agudo que llega con el viento, casi imperceptible, me pudiera hacer sentir feliz? Pues así es, y constituye un recordatorio de que el gozo se encuentra en las cosas más sencillas de la vida. La belleza está ahí, en los colores  insolentes de las tardes de verano, en la planta que retoñó, en los perros que me saludan al llegar a casa, en el té de menta que disfruto antes de dormir…

Finalmente, veo el portal y escucho en mi mente “salvación”. Por mucho que me esfuerce, mi bondad es insuficiente para tender un puente hacia el Creador. Por esa razón el Niño Dios vino al mundo. Vino a morir y a resucitar, y esto es absolutamente pertinente en esta historia aunque estemos en diciembre y no en Semana Santa. Creo que mi mente humana no alcanza a comprender toda la trascendencia de este acontecimiento. Con razón los ángeles cantaron el día en que el Señor nació. 

Contentamiento, moderación, gratitud, gozo y salvación. Con modestia, este mosaico de palabras es el regalo navideño que quise compartir con ustedes. Lo hago llegar con un abrazo sincero. Mi profundo deseo es que queden motivados a armar su propio mosaico, a poner en pausa el torbellino y detenerse a respirar, a pensar, a agradecer. 

¡Feliz Navidad!

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