¡Necesito parar!

Imagen tomada de Wikimedia Commons
Imagen tomada de Wikimedia Commons

Ya tenía pensado el tema para la siguiente entrada del blog, uno que me apasiona. Y entonces sucedió. Simone Biles dijo “No puedo más”, y yo la amé. Así que el texto que tenía planeado quedó para la siguiente vez porque es inevitable referirme a esta mujer que sigue siendo causa de tantísima admiración.

Como habrán visto en diferentes medios, la multi premiada gimnasta estadounidense se retiró de la competencia por equipos y de la individual. No imagino el estupor de la prensa que cubría el evento.  Al hacerlo puso en la mesa la vulnerabilidad que ya había expresado también Naomi Osaka, la tenista que encendió el pebetero en los Juegos Olímpicos de Tokio. 

Mientras leía las muchísimas notas que invaden internet sobre su decisión pensé en mí (que de gimnasta no tengo nada; pero ya les explico). 

Quizá por esto su decisión ha sido tan poderosa y comentada, porque muchas personas nos identificamos con ella. Pensé en las veces en que me había sentido desbordada, incluso desde muy niña, llevando en los hombros y en el corazón cargas que excedían mis posibilidades, expectativas fuera de lo real que al final de cuentas invisibilizaban mi humanidad. 

No en vano me he llevado mis porrazos con el sobreesfuerzo. He crecido, he sanado y por esto hoy observo con gratitud mis cicatrices de guerra. A veces (quienes han pasado por lo mismo me entenderán), me pesco nuevamente a mí misma en comportamientos ya superados. Y me descubro queriendo construir edificios de 100 pisos cuando las matemáticas internas me dicen que las fuerzas y las posibilidades solo alcanzan para 50 pisos, o para 10 o para 3… Entonces reacciono, me doy una cachetadita amorosa (“¡Acordate, Maureen!”) y reacomodo las velas. 

Las mujeres somos propensas a estos escenarios. Habría que investigar a profundidad; sin embargo, tengo la impresión de que nos pasa a nosotras con más frecuencia que a los hombres. La forma en que nos han educado pasa factura. Tres generaciones hacia atrás mis ancestras no trabajaron fuera de casa. Una de mis abuelas sí pescó ese rol y la generación de mi mamá tuvo aún más acceso a salir del corral de lo exclusivamente hogareño. Las posibilidades de estudiar, casi sobra aclararlo, fueron muy escasas cuando no inexistentes. 

Y mi generación… bien gracias (necesito un emoticón de sarcasmo). Mi generación quedó atrapada en el inhumano papel de la super mujer que lleva el peso de lo doméstico, supervisa tareas escolares, con frecuencia le toca el rol de cuidadora y desempeña una carrera. Yo sé que hay compañeros solidarios, pero la equidad completa aún está lejos. 

Ah, y se me olvidaba, hay que hacer ejercicio, dormir las horas suficientes, comer saludable, llevar una vida financiera ordenada, tomar agua, rasurarse las piernas, no saltarse las citas médicas, estar disponible para la gente que te importa, trabajar duro para cumplir los sueños, desmaquillarse antes de ir a dormir, relajarse que el estrés hace daño, etc., etc. Esta es una generación agotada, quisiera pensar que la que hay por delante será más sabia. 

En fin. Simone Biles me recordó cuántas agallas se necesitan para decir “necesito parar” y además  realmente hacerlo, y encima de todo dar la cara a quienes preguntan qué pasó.  Me recordó a Forrest Gump cuando dijo “Estoy muy cansado, es hora de irme a casa”, y dejó de correr.  Un colega de Biles, atleta español, admiró así su valentía.

  

Así de bien lo resumió Pictoline
Así de bien lo resumió Pictoline. 

“Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos", es la frase que dijo Biles y que le ha dado la vuelta al mundo de mil maneras. Inmediatamente pensé en la enorme presión que debe haber a su alrededor, en la cantidad de intereses en torno a sus medallas aún no ganadas. Y eso me hizo admirar aún más su coraje, su discernimiento. 

Si nos pasa al resto de los mortales, cuánto más debe suceder en un entorno como el suyo. Alrededor de una persona fundida, sobreesforzada, usualmente hay una estructura que obtiene provecho (no siempre a propósito, pero igual pasa). Aplica para atletas olímpicos, para empleados disponibles 24/7 y para la persona que se la pasa atada a la cocina mientras el resto de la familia descansa. 

Este no es un texto para buscar culpables. Es una entrada para motivarnos a parar frente al espejo y preguntarnos si estamos viviendo la vida que realmente queremos vivir. ¿Tendríamos arrepentimientos si nos tocara morir hoy? Esa es la pregunta. 

“Tengo que concentrarme en mi salud mental”, explicó Biles (a propósito de pensar en la vida que quiero, me encantó esta entrevista que le hicieron a Kevin Bacon). 

Salud mental, un tema del que tenemos mucho por aprender y  que la pandemia ha traído a la mesa. Y Simone Biles, tan admirada por sus records, sus giros únicos y sus medallas, será recordada por siempre por este gesto de humanidad. Personas, eso es lo que somos, personas en las que se trenzan fortalezas y vulnerabilidades, seres humanos que necesitamos aprender a estar en sintonía con nosotros mismos. 

Detenernos. 

Respirar. 

Tomar decisiones. 

Gracias por este valioso recordatorio. Mis respetos, Simone Biles. 

Imagen de Wikimedia Commons


Comentarios

Laura Casasa ha dicho que…
Yo tenía una vida muy ajetreada antes. Tenía un kit en el carro con todo lo que necesitaba en el día para no tener que regresar a la casa hasta la noche. Me sentaba a trabajar y quedaban sin hacer muchas de las cosas que me había propuesto, por lo que usualmente utilizaba las madrugadas y las noches para seguir. Por razones de la vida, tuve que cambiar el ritmo y me di cuenta de que toda esa presión, las carreras, las prisas, el estrés, yo misma lo generaba en mi vida porque funcionaba de esa manera. Cuando me di el tiempo para no correr, para dormir lo que tengo que dormir, para atender a mi hija en vez de trabajar, descubrí que nada se destruyó, nada dejó de funcionar, la vida seguía adelante como si nada. A veces me gustaría volver a aquel ritmo en que sentía que estaba logrando muchas cosas, pero entiendo que tengo que parar y tratar de vivir de una manera más equilibrada. Gracias por el artículo, Mau.
Anónimo ha dicho que…
Maureen me tocaste varias fibras hoy.
GRACIAS por tu reflexión y sigo agradecida con esta que, para mí, por mucho, es una maravillosa atleta mundial, mujer, ser humano integral.
Maureen Herrrera Brenes ha dicho que…
Qué valioso lo que contás, Lau. Me hizo gracia lo que decís, efectivamente el mundo no se cae porque vayamos más despacio. Equilibrio, esa palabra tan hermosa que decís al final, es parte de la clave. Gracias por pasar por aquí a leer. Una abrazo,
Maureen Herrrera Brenes ha dicho que…
Gracias por tu lectura, visitante anónima. Me hace inmensamente feliz que digás que este texto fue una motivación a reflexionar. Eso, justamente, es siempre uno de mis objetivos. Te espero por aquí en entradas futuras.

Entradas populares de este blog

Invierno de mis amores

Se vale soñar

¿A qué hora escribo si hay que ganarse el pan? (Rutina de escritora en América Latina)